Hacer historia de los animales implica reconocerlos como sujetos históricos dentro de contextos sociales, políticos, económicos y culturales. Este enfoque no solo recupera las formas en que los humanos los hemos representado, domesticado, estudiado o explotado, sino que también busca comprender cómo han influido en los procesos históricos.

En la Ciudad de México, el Zoológico de Chapultepec ha albergado durante décadas una presencia profundamente significativa: el oso panda (Ailuropoda melanoleuca).

El arribo del primer panda a México ocurrió en 1975, cuando el gobierno de la República Popular China entregó a los pandas: Pe Pe y Ying Ying como gesto diplomático hacia el presidente Luis Echeverría Álvarez. Este hecho no fue aislado, dado que, durante ese periodo, China adoptó la práctica de regalar pandas como parte de su estrategia de “Diplomacia del Panda”, una herramienta para fortalecer lazos con otras naciones.

A partir de este momento, México se convirtió en el primer país fuera de China en lograr el nacimiento de pandas en cautiverio, sin la necesidad de intervención artificial, lo cual marcó un hito a nivel mundial. Ocho pandas nacieron en México, de los cuales cinco llegaron a la edad adulta.

De aquella línea de descendencia surgió Xin Xin, (la última panda en México), nacida en 1990, nieta de los dos primeros ejemplares traídos al país. Xin Xin, (junto con otros dos ejemplares en el mundo), no pertenece al gobierno chino, en virtud de que nació antes de que éste país modificara su política y comenzara a considerar todos los pandas como propiedad nacional, aún fuera de sus fronteras.

La figura del panda gigante ocupa un lugar singular en el imaginario colectivo de México, ya que, lejos de ser visto únicamente como un animal exótico, fue objeto de un proceso de patrimonialización, es decir, el mecanismo mediante el cual una sociedad reconoce, valora y declara ciertos elementos, (materiales o inmateriales, naturales o culturales), como parte de su patrimonio.

La patrimonialización del panda en México se refiere a la incorporación de este animal al imaginario colectivo de la sociedad, al lograr ser valorado como parte del patrimonio cultural nacional.

A partir del nacimiento de Tohui, el panda dejó de ser solo un símbolo de diplomacia internacional para convertirse en un emblema nacional, símbolo de biodiversidad y conservación científica. Su imagen fue difundida a través de canciones, dibujos animados, monedas, timbres postales y otras narrativas mediáticas, integrándolo como un referente identitario para varias generaciones.

El caso de los pandas en México permite vislumbrar cómo un animal de origen extranjero fue transformado en patrimonio natural, cultural y simbólico de una sociedad, revelando las formas en que la naturaleza es culturalmente construida, apropiada y convertida en memoria colectiva. Este fenómeno refleja cómo un animal puede ser resignificado socialmente y adquirir un estatus patrimonial, no sólo por su origen biológico, sino por el valor simbólico que la sociedad le asigna.

“El caso de los pandas en México permite analizar cómo un animal de origen extranjero fue transformado en patrimonio natural, cultural y simbólico de una sociedad”…

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