El eco de una voz clara rompe con el bullicio del centro de Pachuca: “¡Lleve su cubilete de queso, pan de elote, de nata, de nuez!”.
Quien se escucha es Adriana González Sandoval, chef de profesión, que después de haber trabajado durante años en el sector restaurantero se vio obligada a dar un giro a su vida. Hace apenas dos meses, tras enfrentar una cirugía, dejó atrás los fogones de alta exigencia para iniciar un camino distinto, llevar sus postres caseros a las calles de la capital hidalguense.
“Me dedico a hacer postres caseros y pan casero. Todo lo elaboro yo desde temprano, con ayuda de dos de mis hijas, para que cuando la gente llegue todo esté fresco”, ccontó Adriana, mientras acomoda con cuidado los moldes de cubiletes que han comenzado a ganar fama entre sus clientes.
Sabores que conquistan
En su mesa, ubicada en la calle Guerrero esquina con Salazar, desfilan opciones para todos los gustos: cubiletes de queso rellenos de zarzamora, nutella, arroz con leche, manzana o piña; panqués de elote, coco y nata; así como postres tradicionales que despiertan la nostalgia: gelatina de zanahoria, pastel helado de nuez, carlota de limón, flan napolitano, pastel imposible y la favorita de muchos, la galleta Oreo convertida en pastel frío.
Cada pieza cuesta 15 pesos o bien cuatro por 50, una oferta que atrae a oficinistas, estudiantes y familias que buscan un antojo accesible y de calidad.
“Mi especialidad es el pay de queso con zarzamora, es el que más piden y el que mejor me queda”, aseguró con una sonrisa.
Una tradición familiar
El negocio no es solo de Adriana, sus hijas también forman parte de esta aventura. Mientras ella atiende en el centro, Diana, una de ellas, se instala a unas cuadras de distancia con la misma variedad de productos. Además, los fines de semana reparten postres en cocinas económicas y restaurantes locales.
“Queremos que la gente nos ubique, que sepan que estamos aquí diario. También tenemos nuestra página en Facebook, Postres Abu, donde pueden hacer pedidos, porque manejamos más de 20 postres diferentes”, comentó la emprendedora.
Reinventarse a través del sabor
La historia de Adriana es la de muchas mujeres que, ante la adversidad, encuentran en su talento una oportunidad para empezar de nuevo. Lo que antes era parte de un menú en un restaurante hoy se comparte en la calle, de forma cercana, con el sello casero que caracteriza su trabajo.
“Lo más importante es que todo se hace con cariño, con ingredientes frescos y con la intención de que la gente regrese por más”, concluyó mientras un cliente se llevó varios cubiletes.
En Pachuca, entre el tránsito y las prisas, la dulzura de Adriana se está convirtiendo en una parada obligada para quienes buscan un postre auténtico y hecho en casa.
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