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Considerado un tesoro de la cultura mexicana, el pulque es una bebida que ha acompañado a las comunidades desde tiempos prehispánicos.
Su origen, rodeado de ritualidad y simbolismo, lo convierte en mucho más que una simple bebida alcohólica: es parte de la identidad y memoria colectiva del país.
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Una tradición milenaria
El pulque nace del aguamiel, líquido dulce extraído del maguey, planta que crece en diversas regiones de México. De apariencia blanca y consistencia lechosa, se caracteriza por su sabor ligeramente agrio y su bajo contenido alcohólico, que suele oscilar entre el 2% y el 7%, según el tiempo de fermentación. Además, es reconocido por su aporte nutricional, al ser una fuente natural de probióticos, vitaminas y minerales.

Durante la época prehispánica, esta bebida estaba reservada exclusivamente para la élite: sacerdotes, guerreros, gobernantes y nobles. Era considerada una ofrenda sagrada para los dioses, lo que dio origen a expresiones populares como “el agua para los bueyes y el pulque para los reyes”.
Con la llegada de los españoles, su consumo se popularizó y pasó a formar parte de la vida cotidiana de los pueblos, alcanzando un auge particular en el siglo XIX, durante la Revolución Mexicana.
El arte de elaborarlo
La producción del pulque requiere paciencia y conocimiento transmitido de generación en generación. El proceso inicia con el cuidado del maguey, que tarda varios años en madurar antes de estar listo para la cosecha. El corazón de la planta, conocido como “piña”, se raspa para abrir una cavidad en la que comienza a brotar el aguamiel. Este líquido se recolecta diariamente, con especial cuidado para no dañar la planta.

Una vez obtenido, el aguamiel se deposita en grandes tinas donde inicia la fermentación natural gracias a la acción de microorganismos. Este proceso, que puede durar entre uno y varios días, es el que transforma el aguamiel en pulque, otorgándole su sabor único y su textura característica.
Entre lo ancestral y lo contemporáneo
El pulque puede beberse en su forma tradicional, conocido como “blanco”, pero también existen variantes saborizadas llamadas “curados”. Estos se preparan al mezclar pulque con frutas, semillas o dulces. Así es posible encontrar opciones tan variadas como fresa, guayaba, avena, apio, piñón o incluso mazapán, que aportan un toque moderno sin perder la esencia de esta bebida ancestral.

Patrimonio vivo de México
Más allá de su sabor, el pulque se mantiene vigente como símbolo de identidad cultural. Su consumo no solo conecta con las raíces históricas del país, sino que también promueve un producto artesanal que fortalece la economía local en las regiones productoras de maguey.
Hoy, esta bebida sigue atrayendo tanto a quienes buscan reencontrarse con la tradición, como a nuevas generaciones que redescubren en ella una parte invaluable del patrimonio cultural mexicano.

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