El domingo 4 de mayo, Donald Trump sorprendió a muchos al publicar a través de su propia red social Truth Social, que impondría aranceles de 100 por ciento a las películas producidas en el extranjero. Explicó que la instrucción al Departamento de Comercio se debía a que “otros países ofrecen todo tipo de incentivos para alejar a nuestros cineastas y estudios de Estados Unidos. Hollywood y muchas otras zonas están siendo devastadas”.

Las reacciones adversas fueron inmediatas. El anuncio no gustó nada a la industria, debido a que generaría más problemas que ventajas.

Las producciones de Hollywood aprovechan, por ejemplo, los bajos costos de filmar en México y de realizar animaciones en Canadá, pero obtienen con ello ventajas competitivas y ganancias millonarias con la difusión de sus filmes en todo el mundo. El principal temor es que esos ingresos se desestabilicen por las represalias que se pudieran tomar en muchos de sus actuales mercados en todo el planeta.

Estados Unidos exporta tres veces más películas de las que importa. Esto representa el 6% de su superávit comercial en servicios. Si otros países imponen aranceles a las entradas para ver películas estadounidenses, esas ganancias peligrarían. De hecho, China es el segundo mayor consumidor de producciones hollywoodense luego de la propia Unión Americana.

Por otro lado, están las interrogantes sobre los efectos para el streaming digital. No está claro qué pasaría con plataformas como Netflix, Apple TV o Disney+, cuyas películas ya no se distribuyen en formato físico.

Todas estas molestias llevaron a la administración Trump a recular. El vocero Kush Desai, dijo a The Hollywood Reporter que todavía no hay decisiones finales. Primero van a consultar a los expertos, para luego evaluar opciones que les permitan “hacer a Hollywood Grande Otra Vez“.

El cine no es un asunto solo económico; es prioritariamente un tema ideológico. Hollywood ha venido impulsando en las décadas recientes mucho de lo que Donald Trump deplora, como la inclusión. No hay que olvidar que el republicano, por ejemplo, investigó a Disney por sus políticas de diversidad.

En cuanto recuperó la presidencia, Trump nombró a Jon Voight, Mel Gibson y Sylvester Stallone como “embajadores especiales” de Hollywood. Una clara muestra de que le apuesta a aquello que representaba poder y fuerza en el siglo pasado. Urge que alguien le explique lo mucho que la industria cinematográfica y el mundo cambiaron en los últimos 25 años.

@PaolaRojas

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