En 2023, México registró 5,468,180 unidades económicas y 27,965,433 personas ocupadas en el sector privado y empresas paraestatales. Aunque estas cifras podrían interpretarse como señales de dinamismo empresarial, esconden una paradoja preocupante: la mayoría de estas unidades no genera riqueza real ni estabilidad económica.

Hoy, el 64.3% de las empresas mexicanas son informales, mientras que solo el 35.7% opera dentro de la legalidad. Es decir, la mayor parte de nuestra actividad económica ocurre fuera del sistema tributario, laboral y de seguridad social. Si bien estas unidades ofrecen empleos, lo hacen bajo condiciones precarias, sin garantías ni sostenibilidad a largo plazo. La verdad es simple pero poderosa: la informalidad puede dar trabajo, pero solo la formalidad construye futuro.

Este fenómeno no es nuevo. Desde hace más de dos décadas, el país arrastra una tendencia estructural hacia la informalidad. Esta tendencia es producto de un estancamiento económico crónico, políticas públicas insuficientes, baja inversión y una creciente incertidumbre externa, especialmente en lo comercial.

El dato más revelador es este: las empresas informales, que son mayoría (64%), apenas generan el 3.6% del valor agregado censal bruto del país. En contraste, el 96.4% proviene de las empresas formales, lo que confirma que el desarrollo nacional no depende de la cantidad de negocios, sino de su calidad. México necesita mejores negocios y empresas.

Otro contraste impactante lo ofrecen las grandes empresas. A pesar de representar una fracción mínima del total, estas unidades con más de 250 trabajadores generan el 54.2% del valor agregado y emplean al 28.7% de los trabajadores del país. Este dato no deja lugar a dudas: no basta con emprender, hay que construir valor. Y eso solo se logra desde la formalidad.

En cuanto a los sectores más productivos, la manufactura encabezó la aportación económica con un 34.3% del valor agregado, seguida por el comercio con 23.5%. En cambio, los servicios privados no financieros —uno de los sectores que tradicionalmente más empleos genera— bajaron su participación a 17.4%, reflejando una pérdida de sofisticación productiva. La reforma laboral que eliminó el outsourcing redujo la subcontratación de 15.2% en 2018 a 1.6% en 2023. Aunque necesaria, su implementación abrupta dejó a muchas empresas medianas sin capacidad de adaptación, empujando a trabajadores al mundo informal.

Esta realidad exige una respuesta estratégica desde el liderazgo empresarial. No se trata solo de generar empleo, sino de fortalecer las estructuras que permiten a una economía sostenerse en el tiempo. Liderar hoy significa algo más que ocupar personas; significa transformar estructuras invisibles en oportunidades reales.

"Porque, al final, México se mueve mucho, pero avanza poco cuando lo hace desde la informalidad."

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