Los datos recientes de la Encuesta Empresarial de Negocios Familiares realizada por CONCANACO revelan una realidad que no podemos ignorar: el riesgo de lavado de dinero y corrupción es una amenaza constante para el ecosistema empresarial mexicano. El 50 % de las empresas lo percibe como un riesgo alto y permanente, y sin embargo, 53 % nunca ha recibido capacitación formal en prevención de lavado de dinero (PLD).
Esta vulnerabilidad se agrava al considerar que solo 31 % cuenta con políticas anticorrupción formalizadas, mientras que 30 % ha sufrido intentos de soborno, extorsión o irregularidades y 24 % ha enfrentado casos de corrupción. En un entorno así, cualquier vínculo —directo o indirecto— con organizaciones señaladas como terroristas no solo puede tener consecuencias legales devastadoras, sino que compromete irreversiblemente la reputación empresarial.
En un mundo hiperconectado, una sola relación opaca puede bastar para que socios, clientes e inversionistas retiren su confianza. la confianza, y esta se construye con coherencia, transparencia y un filtro riguroso en cada relación. No se trata solo de cumplir la ley, sino de anticipar riesgos, blindando a la empresa y negocio familiar contra cualquier tipo de infiltración o manipulación.
La encuesta también deja claro que las empresas saben lo que necesitan: 21% solicita capacitación y certificación, 18% pide modelos de políticas y códigos y 12% busca vinculación con autoridades y asesoría especializada. Un contundente 39% considera que requiere todas estas acciones. Este diagnóstico abre una oportunidad de oro: fortalecer el tejido empresarial mediante programas de integridad, como la Red de Integridad Empresarial promovida por CONCANACO SERVYTUR y el G32, a la que 62 % de las empresas estaría dispuesta a sumarse.
En la era de la transparencia radical, liderar implica no solo generar valor económico, sino también blindar la legitimidad de la empresa. El costo de ignorar este principio puede medirse en millones… o en el colapso de la marca. La prevención, la formación constante y el compromiso con redes de integridad no son gastos: son inversiones que aseguran la permanencia y el respeto en el mercado.
En los negocios, como en la vida, no basta con avanzar: hay que asegurarse de que el camino no nos lleve a un lugar del que no podamos volver.
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