Enrique López

Las efímeras victorias

Enrique López
09/09/2025 |00:27
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Una de las premisas más importantes de los sistemas electorales es que no existan los ganadores absolutos ni los perdedores por siempre. Se busca, por tanto, que los votos en las urnas se traduzcan en equilibrios que hagan posible que tanto las mayorías como las minorías, no sean eternas.

Lo que acaba de ocurrir este fin de semana en Argentina es un buen ejemplo para los que consideran que los partidos que gobiernan gozan de todas las garantías para perpetuarse en el poder. Sin que los pesos o contrapesos los afecten.

En otras palabras, la política basada solo en ideología (izquierda o derecha) alcanza para ganar una campaña electoral pero el ejercicio del poder no entiende bien estas categorías. La economía depende cada vez más de las inercias internacionales, la política social, los servicios de salud y la educación pública representan grandes maquinarias que devoran recursos. De tal suerte que lejos de la ideología lo que hace falta es otra forma de entender los procesos políticos. Sea cual sea el sello político que se profesa, hay constantes que no permiten distraer la atención en sofisticadas apuestas dogmatizadas.

Lo que ocurrió en Argentina es que a dos años de gobernar una corriente de ultraderecha pierde terreno su gobierno por el extremo de sus políticas que no pudieron alinearse un poco al centro y ser más incluyentes con las minorías.

Al contrario, los grupos de minoría (peronistas) que hace poco sufrieron un descalabro electoral hoy parecer tomar un segundo aire al superar por 13 puntos porcentuales a sus adversarios en la elección intermedia.

También vale decir que el electorado ha llegado a un punto de “mayoría de edad” en términos cívicos y lo que regularmente hace en democracias consolidadas es repartir el poder. Es decir, realizar un voto diferenciado que abone a los citados equilibrios.

Estos factores nos hacen reflexionar que en política nadie está “eliminado”. Es decir, las opciones deben estar presentes para que ese electorado que se sofistica cada día, tenga un amplio abanico para decidir su voto.

Y aunque hay veces que los resultados electorales generan opciones complejas donde tienen que cohabitar grupos muy divergentes, la idea es posibilitar que la propia democracia acomode a cada quien en su verdadero peso político.

Dicho todo lo anterior la lección de Argentina debe tener eco en México donde una fuerza política parece todo poderosa, me refiero a Morena que ha tenido un crecimiento electoral pocas veces visto en el país.

No obstante, sus pies parecen de barro porque entre sus filas hay grupos y facciones tan diversas que cuesta trabajo diferencias entre los adversarios de adentro y los de afuera. Sumado a lo anterior, la soberbia del partido dominante puede ser la base de sus derrotas. Porque suele pasar que dentro del ejercicio de gobierno el partido guinda se olvida de algunos postulados que le dan esencia a su movimiento.

No hay que dejar pasar esta lección de las democracias latinoamericanas donde la ola de izquierda parece tener varias contraolas que posibilitan eso que llamamos rotación de élites políticas.

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