En días pasados el presidente del ayuntamiento de Ixmiquilpan en el estado de Hidalgo, Emmanuel Hernández; tuvo el infortunio de aparecer en dos videos en el marco de la feria tradicional del municipio.

La imagen da cuenta de su destreza al bailar con una lata de cerveza en la cabeza rodeado de jóvenes; y el otro, en una tertulia desafiando la intensidad de una descarga eléctrica, aguantando los famosos toques como se les conoce.

Los eventos dan cuenta de que el munícipe gusta de la fiesta y de vivir sin apariencias. Se ve relajado y en ambiente de amigos en lo que seguramente sería un día inhábil en horario fuera de oficina. No obstante, figuras de esa índole que tienen una representación popular no deben olvidar que es muy difícil separar su vida pública de la privada.

Y es que resulta muy complicado desprenderse del funcionario para ser simplemente amigo, pareja o un comensal como cualquier otro que tiene derecho a divertirse como le venga en gana. Finalmente, el referido es mayor de edad y no le hace daño a nadie.

Pero también es una realidad que la relación entre la clase gobernante y la sociedad civil tiene otros estándares. Aquí, se pondera con otro rasero. Porque llevamos años en que los que detentan el poder son mal vistos, por general abusan de sus encargos, tienen privilegios y son déspotas.

En ese casillero acomodamos a casi todos (sin distinción de partidos). En una palabra, el desprestigio de los gobernantes es muy grande y esa idea construida (para bien o para mal) se ha quedado enraizada en amplios sectores sociales.

De tal manera, que un funcionario público en esos menesteres es ampliamente criticado porque según el juicio popular debería estar atento de los principales problemas del municipio. Lo anterior, como si tuviera prohibido divertirse con los amigos.

La línea es muy delgada entre donde inician sus funciones del presidente municipal y dónde terminan. Por eso es mejor aplicar en todo momento la prudencia. No hay que ser alarmista ante la situación que se ha descrito pero tampoco puede festejarse que un funcionario se exponga de esa manera.

Ante tal situación y sabiendo que el político lleva la peor parte, lo mejor es tener la cordura y claridad en que se haga lo que se haga la crítica estará presente todo el tiempo. Por cierto, la respuesta que hizo el presidente en redes sociales parece correcta. Asume que su forma de ser es así y que el cargo no lo va a cambiar.

Lo mejor, al final del día, es evitar estos contenidos. Lo que queda es dar a conocer otras cosas del ayuntamiento a través de otros mecanismos. Y dejar que la vorágine del día a día archive por un tiempo estas imágenes.

Lo malo, es que esto se queda en la memoria de muchos adversarios políticos que se estarán frotando sus malos para que en el momento indicado puedan sacar beneficio de este tramo de vida privada que se hizo pública con las peores intensiones.

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