La coyuntura actual exhibe, con todo su rostro, a una cadena de televisión que utiliza aquel medio para manipular, según su propia conveniencia, la agenda informativa nacional. Lo anterior, porque existe un desencuentro entre el gobierno federal y el dueño de la televisora.
¿Cuál es el problema? La cuestión se resume en una cantidad: 48 mil millones de pesos, que Salinas Pliego no quiere pagar al fisco mexicano. Esa es la razón por la que ahora el canal está embestido como un actor político más.
No es la primera vez que Televisión Azteca asume un rol activo en la política nacional. En 1999, derivado del asesinato de Paco Stanley, comentarista de la barra de comedia del canal, ese medio asumió una narrativa muy beligerante contra el gobierno de la Ciudad de México.
Al parecer, su interés legítimo era aclarar dicho crimen, pero en el fondo era bien sabido que Salinas Pliego no transitaba con el gobierno del PRD que en 1997 había ganado la capital del país. De tal suerte que, desde su trinchera, Televisión Azteca pidió la remoción del procurador de la ciudad y alimentó la percepción de inseguridad en la capital con tal de desprestigiar a Cuauhtémoc Cárdenas y su equipo.
Un capítulo más cercano se presentó en la marcha del 15 de noviembre pasado, convocada por la denominada generación Z. Un movimiento de jóvenes que salió a las calles a manifestar su rechazo contra el gobierno federal de Claudia Sheinbaum.
Más allá del entramado político de la marcha, lo que llamó la atención fue la cobertura del evento por Televisión Azteca, que transmitió en vivo el desarrollo de la protesta durante horas. Un claro ejemplo de que se buscaba desgastar la figura presidencial desde aquella cadena nacional.
Eso no es todo: el cumpleaños de Salinas Pliego lo celebró con un evento masivo donde también hubo provocaciones muy marcadas contra la mandataria y su partido (Morena). Utilizando botargas de ratas, se realizó una parodia contra el gobierno. Además, se organizó una logística propia de inicio de campaña electoral para dar reflector al magnate mexicano, quien ha manifestado públicamente su intención de participar como candidato a la Presidencia de la República.
El suceso más actual fue el seguimiento de la marcha en apoyo a la presidenta con motivo de los siete años de la transformación. Ahí, la narrativa se concentró en las estrategias de movilización que utilizó el gobierno para llenar el Zócalo.
Se expuso con mucho detalle todo lo indebido que se hizo para lograr la movilización de miles de personas en el Zócalo capitalino. La lógica era exhibir los excesos en torno a los camiones, alimentos, utilitarios y distribución de los espacios que fueron ocupando algunos sectores, sindicatos, confederaciones, maestros y miembros del partido guinda.
Es decir, desde la óptica de la televisora, lo que ocurrió el pasado domingo fue una recreación de los viejos tiempos, donde el PRI realizaba movilizaciones con recursos públicos y con estímulos bien conocidos (económicos y en especie) con tal de generar mayorías artificiales y generar, a la vez, una percepción de aprobación en torno al gobierno.
Más allá de los intereses que tengan cada una de las partes aquí señaladas (empresario vs. presidenta), lo cierto es que se utiliza para fines personales una cadena de televisión pública. Recordar que la propiedad de los medios de comunicación masiva es del Estado, y lo que se hace para tener un mejor funcionamiento es concesionar el servicio.
Representa un sinsentido que, teniendo esta naturaleza, la cadena sea omisa y asuma un rol de portavoz de un personaje que debe impuestos y está muy enojado con el gobierno porque ya no tiene otra opción más que pagar como cualquier empresario.
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