A casi un mes de la emergencia por el fenómeno natural denominado vaguada monzónica, el estado de Hidalgo muestra un rostro que ya conocíamos, pero que derivado del desastre se acentúa: la desigualdad entre el norte y el sur de la entidad.
Nuestras zonas altas (Sierra) y Huasteca han sido marginadas por años en términos de infraestructura básica, educación, empleo y salud, entre otros. Sus comunidades se han extendido en población, pero las oportunidades se hacen cada vez más estrechas.
Lo que ocurrió hace un mes nos invita a reflexionar que falta mucho por hacer para procurar mejores condiciones de vida a quienes tenían poco y que ahora no tienen nada. Esas poblaciones donde se acentúa la población indígena, el trabajo precario, la educación de mala calidad, los servicios de salud deficientes.
Ahí es donde pegó más fuerte la lluvia y se llevó lo que por muchos años de esfuerzo y dedicación se pudo construir. Por citar un ejemplo, la carretera interestatal que une toda la Sierra Otomí-Tepehua quedó destrozada. Aquel camino es el ingreso a los municipios de San Bartolo Tutotepec, Tenango de Doria y Huehuetla.
Por supuesto que las pérdidas humanas son lo más lamentable de la situación. Pero aquellos fallecimientos vienen emparejados con lo que se ha dicho: la frágil infraestructura, viviendas improvisadas en las faldas de los cerros y la dispersión de la población en localidades pequeñas, solo conectadas por estrechos caminos. Esas condiciones abonan a que los eventos naturales dejen costos muy elevados.
Por otro lado, en el sur de la entidad, estas lluvias no se hicieron presentes. Ahí su dinámica cotidiana no se vio alterada y su ritmo de vida se mantiene hacia un desarrollo industrial que se consolida por la llegada de empresas.
De esta manera, se hacen muy amplias las brechas entre el norte y el sur del estado, como suele ocurrir en el país, incluso en el mundo. Hay una tendencia hacia el progreso económico en zonas más industrializadas que faciliten servicios a las inversiones nacionales y extranjeras.
Lo que se tiene que hacer es que ese desarrollo no se concentre solo en aquellos lugares, sino que sirva como palanca para no dejar afuera a otras regiones que deben ser apoyadas para encontrar su vocación económica.
Por ejemplo, en las zonas afectadas la agricultura es el principal motor económico; ahí se deberían impulsar los proyectos productivos desde la raíz. Es decir, capacitar a los productores para tener su propia empresa y ayudarlos a consolidar sus negocios y expandirse.
Un caso de éxito son los productores de miel y café que en esas regiones son muy competitivos con sus pares de Veracruz y Puebla (por citar estados similares). Ellos mantienen productos de calidad que se encuentran en los mercados nacionales.
El reto consiste en apoyarlos para que (como se decía) se consolide su producción y puedan competir en otros mercados. Y como este ejemplo, seguramente hay muchos más. Lo que falta, entonces, es un compromiso social del gobierno y de las personas para que no se hagan más grandes las brechas sociales entre los hidalguenses.
El norte y la Sierra Otomí-Tepehua resultaron afectados por la lluvia, con carreteras destruidas y daños a viviendas.
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