La semana pasada se presentó el paquete económico. Grosso modo es un paquete conservador. Si bien se hacen algunos ajustes en el ritmo de la consolidación fiscal, no tiene componentes innovadores o que cambien sustancialmente los recursos enfocados a los sectores que más sufrieron durante la administración de López Obrador.
Cuando el año pasado se anunció la intención de reducir el déficit de 5.9% del PIB en el que cerró la administración pasada a 3.9% durante 2025 se alzaron voces que sugerían que si bien la consolidación era urgente —había que detener el desastre fiscal que dejó AMLO— hacerla con un ritmo acelerado podría frenar la economía aún más dadas las perspectivas que auguraban un estancamiento severo. Durante los primeros meses del año, tanto la presidenta como su secretario de Hacienda, se mantuvieron firmes en la intención.
Las condiciones macroeconómicas —y la incertidumbre existente— los han llevado a aflojar el paso de la mencionada consolidación. El déficit para este año será más cercano al 4.3% del PIB y el pronóstico para el próximo es 4.1%. En un ambiente de desaceleración económica se reconoció la necesidad de tener medidas contracíclicas para impulsar el crecimiento que, de otra manera, sería todavía más bajo. Es un ajuste realista.
Se recurrió a la vieja fórmula de no poner “nuevos” impuestos, pero sí de aumentar tasas en la búsqueda de ingresos por donde sea posible. Se incrementó el impuesto a las bebidas saborizadas pasando de 1.65 pesos por litro a 3.08. La tasa aplicable a los cigarros aumentó de 160% a 200%. Los juegos de apuestas ya no serán gravados con 30%, sino con 50% y ahora los videojuegos con violencia tendrán por primera vez un impuesto de 8%. Se ha dado por llamarle a esos impuestos “saludables”, pero dado que los bienes a los que aplican tienen demandas profundamente inelásticas, es decir, su consumo cambia poco al cambiar su precio, la realidad es que son impuestos meramente recaudatorios.
También se recurrió a lo que tanto se criticó. El secretario de Economía, Marcelo Ebrard ha repetido una y otra vez que los aranceles que Estados Unidos está aplicando serán perjudiciales para los consumidores porque serán ellos quienes enfrenten mayores precios y menos opciones en sus canastas de consumo. Sin embargo, México ahora impondrá aranceles a cerca de 1,400 bienes, tanto intermedios como finales. Es una ofrenda a Trump que impactará al consumidor mexicano, siguiendo el argumento del secretario.
Más allá de esos cambios es un presupuesto que solo mantiene un precario equilibrio, pero que no aspira a más. No pretende mejorar el funcionamiento del sector salud al que se le asignan recursos únicamente 2.9% mayores que los que tuvo en 2025. La recomendación de la OCDE es destinar 6% del PIB a salud. Con el monto presentado, apenas se llegará a 2.6%.
En educación pasa algo similar. Se asignarán recursos equivalentes a 3.3% del PIB, por debajo de lo que destinan en promedio los países miembros de la OCDE y significativamente inferior del 8% establecido en la Ley General de Educación.
Destinados a inversión pública hay 960 mil millones de pesos —menos que los 987 mmdp destinados a los programas sociales prioritarios— en 13 proyectos principales enfocándose, una vez más, en trenes.
Los grandes números cuadran y las calificadoras ya dieron su guiño aprobatorio. Sin embargo, es un paquete que muestra los alfileres de los que está colgado y la enorme carencia de la economía mexicana: el crecimiento.
@ValeriaMoy