The One, Big, Beautiful, Bill. El proyecto avanzó en el Comité de Presupuesto y está un paso más cerca de ser aprobado antes de los festejos del 4 de julio en Estados Unidos. Pero no será sin obstáculos.

A ojos de muchos, la iniciativa no hace los ajustes fiscales necesarios para reducir la deuda de Estados Unidos que ronda los 36 billones de dólares. El plan fiscal la incrementaría otros 3.3 billones en los próximos diez años. El déficit público cerró 2024 en 7.26% del PIB y la razón deuda/producción es cercana a 100%.

La perspectiva fiscal llevó a Moody´s a recortar la calificación crediticia soberana el viernes por la tarde con lo que Estados Unidos perdió su estándar de triple A por las tres principales calificadoras del mundo. El riesgo de ese país aumentó.

El proyecto de ley contempla reducciones en algunos impuestos, la imposición de algunos nuevos y ciertos recortes al gasto particularmente en Medicaid (el programa de salud para la población de bajos ingresos) y en programas de ayuda alimentaria. Seguramente habrá ajustes, pero el elemento de fondo es si verdaderamente se podría lograr contener el deterioro de las finanzas públicas.

¿No son habituales estas discusiones fiscales en Estados Unidos? ¿No llevan años debatiendo la sostenibilidad del gasto público mientras se aprueban una y otra vez presupuestos cada vez más abultados? La diferencia en esta ocasión estará en el crecimiento. El choque económico autoimpuesto por la economía más grande del mundo a través de su política comercial podría frenar el dinamismo necesario para compensar el ajuste fiscal.

Si el crecimiento económico no acompaña al apretón presupuestal, el esfuerzo podría resultar no solo políticamente costoso, sino también macroeconómicamente estéril. Mientras el Congreso estadounidense debate, la economía global observa con cautela. Porque lo que pasa en Washington, no se queda en Washington.

En México, el nivel de deuda respecto al PIB se ubica cerca de 50%. Pero ese dato oculta tensiones importantes: los ingresos tributarios siguen siendo bajos y el gasto ineficiente y en gran parte financiado con deuda. México enfrenta, además, su propia paradoja fiscal: se presume disciplina en el manejo de las finanzas públicas, pero se han asumido compromisos crecientes, como las transferencias a Pemex, el financiamiento de obras de infraestructura que no están impulsando el crecimiento y un mayor costo financiero. El gasto público crece más rápido que los ingresos.

En 2024, el déficit fiscal en México alcanzó su nivel más alto desde la década de los 80, con un 5.9% del PIB. Aunque todavía muy por debajo del déficit estadounidense, la política fiscal mexicana tiene menos espacio para errores.

Ambos países se encuentran frente a decisiones importantes: en Estados Unidos, sobre cómo contener un deterioro fiscal estructural sin frenar la economía; en México, sobre cómo construir una base fiscal más robusta.

Lo que ocurre allá puede parecer lejano, pero impacta directamente aquí. Si Estados Unidos entra en un ciclo de consolidación fiscal profunda o desaceleración económica, México lo resentirá por su vínculo comercial, por la inversión extranjera y por las remesas. Y si México no fortalece su estructura fiscal en tiempos relativamente estables, difícilmente podrá enfrentar con solidez los ciclos adversos que vendrán.

@ValeriaMoy

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