Por primera vez en más de doscientos años, una mujer encabezó el acto simbólico del Grito de Independencia desde Palacio Nacional. No obstante, el logro no puede reducirse a celebrar la irrupción de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos. La cuestión de fondo exige preguntarnos qué estructuras sostienen esos rituales y si su lógica responde realmente a los valores que promueven la igualdad y la justicia hacia las mujeres.
La historiadora Joan Scott advertía que la mera inclusión de mujeres en espacios previamente vedados no equivale a una transformación profunda, ya que las instituciones pueden absorber esa presencia sin alterar su esencia patriarcal. De modo semejante, Simone de Beauvoir en El segundo sexo recordaba que la mujer no se convierte en sujeto político por ocupar una función, sino por cuestionar las condiciones que la han relegado a lo accesorio.
En este sentido, el acto de una mujer encabezando el Grito representa un avance simbólico, sí, pero también corre el riesgo de volverse un gesto vacío si no se acompaña de cambios estructurales en favor de la vida de las mujeres mexicanas.
El que una mujer se haya colocado en el balcón principal de Palacio Nacional debe entenderse como un paso de superación al reconocimiento negado, pero también como una llamada a revisar cómo la historia ha encubierto las contribuciones femeninas bajo un relato hecho por y para los hombres.
Según la filósofa Celia Amorós, la “igualdad formal” pierde sentido si las instituciones que la promueven mantienen intactos sus cimientos patriarcales. Trasladado al presente, que una mujer dé el Grito no implica que los sistemas de justicia garanticen seguridad frente a la violencia de género, ni que la participación política femenina se ejerza sin hostigamiento o simulación.
Por otro lado, la antropóloga Marcela Lagarde, ha planteado la importancia de resignificar los espacios y las prácticas de poder desde valores distintos: la sororidad, el cuidado, la autonomía. El cambio verdadero no radica únicamente en la voz que pronuncia los nombres de Hidalgo, Morelos o Allende, sino en que esa voz logre transformar la manera en que concebimos la libertad y la justicia.
Este hecho evidencia que las mujeres han conquistado espacios antes impensables, pero la memoria histórica nos obliga a no conformarnos con el acceso simbólico al “poder”.
Que una mujer haya dado el Grito importa, pero lo que realmente transformará la historia será que ese grito deje de ser una excepción y se convierta en la expresión de un país que reconoce a las mujeres no solo como protagonistas de un acto conmemorativo, sino como sujetas plenas de derechos en todos los ámbitos de la vida pública y privada.
Mientras la voz femenina se escuche en el balcón, pero las estructuras permanezcan intocadas, el cambio seguirá siendo incompleto. La verdadera independencia, todavía pendiente, será aquella que garantice a las mujeres libertad real, seguridad y reconocimiento más allá de los símbolos.
“Este hecho evidencia que las mujeres han conquistado espacios antes impensables, pero la memoria histórica nos obliga a no conformarnos con el acceso simbólico al “poder”…
Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL HIDALGO ya está en WhatsApp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.