El aniversario luctuoso de Lucio Cabañas, quien fue asesinado el 2 de diciembre de 1974, invita a reflexiones profundas sobre un país que continúa atrapado entre desigualdades, persecusiones, violencia y una búsqueda insistente de dignidad. Su figura surgió en un Guerrero sometido por cacicazgos, pobreza extrema y gobiernos incapaces de entender las necesidades de las comunidades rurales. Desde ese escenario adverso, Cabañas se convirtió en referente de lucha y resistencia social, en un símbolo incómodo para los poderes que intentaron silenciar cualquier reclamo legítimo.
Lucio Cabañas nació en el seno de una familia campesina, se formó como maestro en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos. Su formación en la normal y su experiencia como docente influyeron en su posterior liderazgo del Partido de los Pobres (PDLP) en la sierra de Guerrero, un movimiento armado de autodefensa que luchaba por la justicia social.
Más tarde ejerció como maestro rural en comunidades marginadas, donde observó el abandono oficial y el hartazgo que dominaba a la población. El aula, se transformó en espacio de organización y conciencia, porque su enseñanza incorporó valores de justicia y defensa de la dignidad colectiva. Sus estudiantes y las familias de la región lo reconocieron como líder natural, por su cercanía con quienes padecían la desigualdad diaria y la opresión.
La guerrilla no surgió como capricho personal, sino como respuesta desesperada ante un sistema que atentaba contra los derechos sociales y laborales de las personas. La Brigada Campesina de Ajusticiamiento tomó forma en ese contexto. Su presencia marcó un desafío directo para un Estado que prefería ocultar el descontento antes que atenderlo.
La reacción oficial adoptó métodos de contrainsurgencia que dejaron un legado doloroso: desapariciones, torturas, desplazamientos forzados, criminalización y un miedo persistente que aún se percibe en algunos pueblos.
Hoy, su memoria ilumina debates actuales sobre autodefensa, resistencia y cuidado comunitario. Muchas regiones del país enfrentan inseguridad, despojo y abandono estatal. Las comunidades reaccionan con mecanismos propios para proteger su vida y su tierra. Aunque los contextos difieren, la raíz del problema se mantiene: el Estado continúa sin garantizar condiciones dignas, y la población rural sigue en desventaja frente a poderes armados, intereses económicos y estructuras gubernamentales opacas.
La lucha de Lucio Cabañas ofrece una advertencia vigente para el país, donde los movimientos de los campesinos y los trabajadores enfrentan presiones, criminalización y ausencia de garantías reales que les aseguren una vida y un sueldo digno: La desigualdad nunca surge de manera espontánea, sino a partir de estructuras que despojan, marginan y silencian a quienes luchan y resisten.
Rememorar su legado, destaca la necesidad de escuchar a las comunidades rurales y a los trabajadores organizados sin recurrir a estrategias de hostigamiento o control.
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