El 6 de noviembre, la casa estadounidense “Artemis Gallery” anunció una nueva subasta: Connoisseur’s Delight | Ancient, Ethnographic, Fine Art”, en la que se ofertaron piezas prehispánicas atribuidas a culturas mesoamericanas. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a traves de un dictamen técnico, determinó que 39 de los objetos anunciados como prehispánicos en la subasta, son propiedad mexicana y por lo tanto, protegidos por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.

Distintas vasijas y figurillas que alguna vez formaron parte de contextos domésticos, rituales o funerarios ahora se ofrecen al mejor postor con un valor asignado en dólares.

La noticia no sorprendió a nadie: durante décadas, México ha sido testigo de un despojo sistemático de su patrimonio arqueológico. Lo verdaderamente alarmante es la normalización de este saqueo, disfrazado de “coleccionismo privado” o “interés cultural”.

Cada pieza prehispánica vendida representa una pérdida irreparable. No se trata solo de objetos antiguos, sino de fragmentos de historia y memoria colectiva sobre nuestro pasado. El patrimonio arqueológico no pertenece a una persona, a una familia o a una empresa, sino a la humanidad.

Pero… ¿Por qué existe una demanda internacional de piezas precolombinas?

La mirada mercantil vacía al patrimonio de su sentido simbólico y lo transforma en simple mercancía. Lo que alguna vez tuvo valor espiritual, social o funerario se reduce a un precio de salida y una puja final.

Si existe una oferta es porque existe una demanda, por lo que el coleccionista que compra una urna zapoteca o una figura mexica no ve un objeto con valor arqueológico, sino una inversión. Y un objeto exótico que le da poder o estatus.

En la práctica, el saqueo actúa como una forma de violencia contra la memoria. No solo destruye tumbas o templos; también anula la posibilidad de reconstruir la historia. Cada fragmento extraído sin registro arqueológico borra información sobre el contexto de los pueblos que lo crearon.

Las casas de subastas en varios países operan bajo la protección de leyes que privilegian la propiedad privada y el comercio libre. Argumentan que las piezas fueron adquiridas antes de que existieran restricciones o que provienen de colecciones privadas “legítimas”.

México ha realizado esfuerzos diplomáticos y legales para detener estas ventas. A pesar de ello, las piezas continúan apareciendo en catálogos internacionales. Las sanciones son débiles, los mecanismos de restitución son lentos y los coleccionistas siguen actuando con impunidad.

La raíz del problema no se encuentra solo en el exterior. Dentro del país persiste una red de saqueadores que extraen objetos arqueológicos con la esperanza de venderlos en el mercado negro.

Mientras las vitrinas de las galerías sigan llenas de objetos robados y descontextualizados, la historia permanecerá fracturada. Y si el mundo continúa pagando por esa pérdida, la herida del saqueo seguirá abierta.

“Cada fragmento extraído sin registro arqueológico borra información sobre el contexto de los pueblos que lo crearon”...

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