Durante siglos, la historia se escribió como si los animales hubieran permanecido sin presencia. La narrativa tradicional los relegó al fondo del paisaje o los convirtió en símbolos morales, mitológicos o religiosos. Sin embargo, los animales han estado en el corazón de las transformaciones humanas: en los mitos fundacionales, en la religión, las actividades agrícolas o domésticas, las tradiciones y prácticas culturales, así como la cosmovisión. No son simples acompañantes del devenir histórico, sino actores que participaron, resistieron y modelaron el devenir humano.

Pensar la historia desde la fauna significa cuestionar las fronteras entre naturaleza y cultura. Esa mirada biocultural, donde el patrimonio natural y el cultural se entrelazan, se ha vuelto esencial para reconstruir la historia de las distintas culturas que han poblado el mundo, a partir del entendimiento de las múltiples interdependencias que han sostenido con los animales.

¿Y qué es el patrimonio biocultural?

El patrimonio biocultural es el conjunto de bienes, conocimientos, prácticas y valores que resultan de la interacción histórica entre las comunidades humanas y su entorno natural. Incluye tanto elementos materiales (plantas, animales, paisajes) como inmateriales (saberes tradicionales, rituales, técnicas) que reflejan la interdependencia indivisible entre cultura y naturaleza.

Los estudios históricos del patrimonio biocultural permiten comprender cómo las sociedades humanas han interactuado con su entorno natural a lo largo del tiempo, integrando saberes, prácticas y valores que configuran identidades culturales. Analizar estas relaciones no sólo revela procesos de domesticación, conservación, explotación, transformación de especies y ecosistemas, así como los cambios en las formas de apropiación simbólica y material de la naturaleza.

La historia desde la fauna no se reduce a la descripción de especies o ecosistemas: es una historia de significados, de relaciones y de presencias registradas en distintos soportes. Los restos óseos, los códices, los objetos arqueológicos, la pintura mural, los mitos y las crónicas son fuentes que revelan relaciones complejas que han existido entre los seres humanos y la fauna desde el principio de los tiempos.

Los estudios históricos de los animales no son un simple giro temático: son una revolución epistemológica, ya que está perspectiva cuestiona la narrativa antropocéntrica, donde los seres humanos son los únicos protagonistas de los sucesos históricos y los animales se vuelven sujetos de una historia propia y a la vez compartida.

En este marco, dedico una mención especial a la etóloga Jane Goodall, cuya obra y legado marcaron de manera decisiva mi formación como historiadora, al demostrar que los animales pueden ser sujetos de estudio con agencia propia y no simples objetos de observación. Su reciente muerte nos obliga a detenernos y pensar en el legado de una mujer científica, que transformó la manera de mirar a los animales y, con ello, la forma de pensar la humanidad.

“Pensar la historia desde la fauna significa cuestionar las fronteras entre naturaleza y cultura”…

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