Stephany Espinosa

Nombrarnos investigadoras: Una resistencia cotidiana

Stephany Espinosa
03/07/2025 |00:10
Stephany Espinosa
Ver perfil

¿Quién decide quién hace investigación?

Las mujeres investigadoras en instituciones públicas enfrentamos un entramado de hostilidad que va desde la condescendencia hasta el castigo abierto por ejercer nuestros derechos. Se nos exige más para probarnos, se nos reconoce menos, y se nos revierte cualquier logro con una facilidad alarmante.

En muchos espacios institucionales, la respuesta no la dan ni la formación académica ni los aportes intelectuales, sino estructuras jerárquicas que operan desde el silencio, la omisión y la negación. Ese silencio administrativo, se convierte en una forma de violencia epistémica cuando borra trayectorias, ignora voces y restringe el derecho a producir conocimiento.

En las instituciones culturales y académicas de nuestro país, las categorías administrativas muchas veces operan como fronteras artificiales que pretenden definir lo que una persona puede o no puede hacer, más allá de su catálogo de puestos, formación, experiencia y trayectoria.

Hacer investigación, especialmente siendo mujer en estructuras marcadas por el patriarcado institucional, es también resistir al intento de ser reducidas a una categoría laboral, a una plaza que no reconoce lo que ya hacemos. Quienes trabajamos dentro de estos espacios sabemos que la rigidez de los puestos asignados muchas veces no refleja ni reconoce el trabajo real que realizamos.

Aquellas que nos dedicamos al oficio de hacer investigación desde distintos ámbitos y disciplinas, somos investigadoras, no porque lo diga un nombramiento, sino porque hemos dedicado años a nuestra formación académica y a la producción científica. Sin embargo, dentro de la estructura institucional, hay quienes insisten en reducir nuestras capacidades al nombre de una plaza, ignorando todo lo que construimos más allá de la formalidad.

Este tipo de dinámicas no son neutras. En ellas opera, de forma soterrada o evidente, una lógica profundamente patriarcal: se castiga la iniciativa, se desconoce la voz y se obstaculiza el desarrollo de las mujeres en espacios que tradicionalmente han sido dominados por hombres.

El hostigamiento no siempre se manifiesta con gritos o amenazas; a veces basta una decisión administrativa para intentar silenciar una trayectoria.

Pero no todo puede reducirse a un código de puesto. La investigación no se decreta desde una oficina: se construye con compromiso, con análisis, con trabajo de campo, con publicaciones, con debates y con rigor intelectual. Y ese trabajo, cuando es realizado por mujeres, debe ser igualmente valorado y respetado.

Lo que exigimos no es un favor. Es el reconocimiento pleno de nuestras capacidades, de nuestro derecho a desarrollarnos profesionalmente y de ocupar espacios que también nos pertenecen. Porque el conocimiento no tiene género, pero las estructuras que lo controlan sí suelen tener sesgos muy claros.

Frente a eso, seguiremos nombrándonos investigadoras. Seguiremos escribiendo, pensando y cuestionando.

“Somos investigadoras, no porque lo diga un nombramiento, sino porque hemos dedicado años a nuestra formación académica y a la producción científica”…

¡EL UNIVERSAL HIDALGO ya está en WhatsApp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Te recomendamos