En el entramado cultural de México, pocos espectáculos logran evocar tantos significados, tradiciones y conocimientos como la lucha libre. A lo largo del tiempo, este deporte ha desarrollado una fuerte relación con el género musical del rock y el metal. Lo que comenzó como una ambientación sonora, se ha transformado en una simbiosis poderosa, donde ambos universos se nutren mutuamente.

La lucha libre, reconocida como patrimonio cultural inmaterial de México, ha ejercido influencia en diversas dimensiones de la cultura contemporánea, incluida la música. No solo nos introduce al universo del espectáculo y a la construcción de la identidad popular, sino que también ofrece una experiencia musical alternativa, en la que los géneros involucrados trascienden su función como mera escenografía sonora, adquiriendo un valor simbólico dentro del imaginario colectivo.

Desde los años noventa, el metal ha dejado de ser un fenómeno subterráneo para posicionarse en espacios donde antes parecía inconcebible. En las arenas de lucha libre, la distorsión de las guitarras, los riffs potentes y las voces rasgadas comenzaron a sustituir la música ranchera, cumbia o norteña. Los luchadores, en busca de identidades fuertes y desafiantes, encontraron en el metal una fuente de inspiración que reflejaba con fidelidad sus personajes: oscuros, contestatarios y disidentes.

A través de las entradas de los luchadores, muchos conocimos canciones como “Seek and Destroy” de Metallica, utilizada por el Cibernético; “Rainbow in the Dark” de Dio, con Heavy Metal; “Cowboys from Hell” de Pantera, con los Vipers, “The Edge” de Vince Neil con el Zorro, “Bad Medicine” de Bon Jovi con Dr. Wagner Jr., “Du Hast” de Rammstein con Electroshock y “Feuer Frei” con Chessman. A ello se suman “Birth of Venus Illegitima” de Therion con la Secta, “Wine of Aluqah” con la Black Family, “We Will Rock You” de Queen con el Último Guerrero y el maestro Apache, “Enter Sandman” de Metallica con Juventud Guerrera, “Welcome to the Jungle” de Guns N´ Roses del Vampiro Canadiense, “Rock is dead” de Marilyn Manson utilizado por Charly Manson, entre muchos otros.

Resulta innegable que la popularidad del metal dentro de la lucha libre no obedece a una moda pasajera. Su permanencia en el tiempo, su capacidad para adaptarse a nuevas generaciones de luchadores y su fuerza como símbolo de resistencia y autonomía, lo convierten en una parte fundamental del ADN luchístico contemporáneo.

El metal no acompaña simplemente las entradas o los personajes; forma parte del alma del espectáculo. Su influencia se ha instalado como un referente cultural dentro del universo luchístico. El lenguaje visual del metal, (calaveras, cadenas, cruces invertidas, pentagramas, el cuero, tachuelas, el color negro, la pintura facial, etc.), ha impregnado la parafernalia luchística, aportando una dimensión visual que antes no figuraba en los grandes escenarios del pancracio nacional. Esta convergencia ha forjado un espacio común donde ambos mundos dialogan, se representan y se legitiman mutuamente.

“El metal no acompaña simplemente las entradas o los personajes; forma parte del alma del espectáculo”…

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