Desde su domesticación, el perro ha estado presente en la vida cotidiana de la humanidad, durante un proceso de larga duración, que forma parte de su evolución histórica.

En el mundo mesoamericano existió una estrecha relación entre el perro y los seres humanos, por lo que éste animal ocupó un papel preponderante dentro del entramado social-cultural-simbólico, la iconografía y la vida cotidiana, llegando a ser considerado compañero incondicional de vida y muerte.

En la cosmovisión prehispánica, los perros se asociaban con la muerte, pues se creía que tenían la capacidad de ver a los espíritus, además de conocer el camino hacia el mundo de los muertos, por ello eran los encargados de guiar las almas en su tránsito por el Chiconahuapan o Apanohuaya, un estrato acuático del inframundo, durante su viaje hacia el Mictlán. Asimismo, se decía que, si se les trataba mal, se paran "de patitas" y se niegan a cruzar al difunto; por lo que, la idea de cuidarlos y tratarlos bien se encuentra sumamente difundida en el pensamiento tradicional mexicano.

En lo que respecta a la tradición oral, existe la creencia de que es posible ver a las ánimas, poniéndose las lagañas de los perros en los ojos, ya que éstos poseen la capacidad de percibir el arribo de la muerte, aún en la oscuridad. Asimismo, en algunas comunidades es común depositar una tortilla en la mano del finado, a manera de “pago” para el perro encargado de guiarlo y protegerlo durante su último trayecto.

Este vínculo fue ampliamente representado en diferentes contextos, como los arqueológicos, donde es frecuente encontrar tanto sus restos como representación en efigies de barro, la gráfica rupestre, la pintura mural y las fuentes históricas del siglo XVI, las cuales dan cuenta de su participación en los mitos, ritos y prácticas de los pueblos mesoamericanos.

El arquetipo del perro, como animal asociado con el inframundo, se encuentra presente en la cosmovisión de distintas culturas. Por mencionar algunos ejemplos: Cerberus, para los griegos, perro de tres cabezas perteneciente al dios Hades y guardián de la puerta de su reino; Saramá, la perra del dios Indra y “madre de todos los perros” para los hindúes, sus hijos eran los “Sarameias”, guardianes de Iama, dios de los muertos y Anubis, que en el mundo funerario egipcio era el dios del embalsamamiento; aunque este último se trata de un chacal no un perro, pero sigue siendo un cánido.

Cabe hacer mención que, en el México prehispánico existieron 4 razas de perro: tlalchichi o perro de patas cortas, xoloitzcuintle, en su dualidad con y sin pelo, (ya que existen ejemplares puros peludos), itzcuintli, tehui o perro común mesoamericano y el Malix o perro maya. Una quinta especie, resultado de una hibridación con fines rituales, fue el loberro: cruza de perro y lobo.


FRASE: Usted está a tiempo de garantizar su buen camino al mundo de los muertos ¡Salve su alma y adopte un perro!

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