Stephany Espinosa

Los perros: guías al inframundo

En el México prehispánico, se creía que los perros tenían la capacidad de guiar las almas de los difuntos al inframundo, actuando como mediadores entre la vida y la muerte

Stephany Espinosa
29/10/2025 |00:48
Stephany Espinosa
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En el México prehispánico, se creía que los perros tenían la capacidad de guiar las almas de los difuntos al inframundo, a través del río Chiconahuapan, también conocido como el Apanohuaya, “el paso del agua”; una idea vinculada con su función como psicopompos, seres encargados de acompañarlos y protegerlos en su tránsito a su destino final.

El perro no era visto únicamente como un animal doméstico, sino como un compañero esencial, un ser que acompañaba al ser humano en la milpa, en la cacería y otras actividades de la vida cotidiana. Además, se consideraba que conocía el camino al mundo de los espíritus, ya que podía ver a los muertos, gracias a su excelente visión nocturna, su olfato y su instinto, por lo que fue considerado mediador entre planos: el de la vida y la muerte.

Más allá de su función funeraria, los perros eran valorados por su fidelidad y su capacidad de protección. En muchas culturas, el perro era considerado un guardián, al cumplir con el rol de protector. Esta característica, era vista también como un reflejo de su lealtad, como acompañante fiel de los seres humanos.

¿Y, por qué perros?

Por sus características físicas, el perro es el animal por excelencia para cumplir con el papel de acompañar a los muertos en su tránsito al más allá. Su excelente visión nocturna, su agudo sentido del oído y su olfato, le ayudan a detectar el peligro, vigilar y moverse con cautela, su mordida ayuda a protegerse y al alma que resguarda, sus características morfológicas lo hacen un excelente nadador y corredor para moverse a través de distintos planos, (terrestres o acuáticos), sin dificultad. Además, cumple con la característica más importante: la fidelidad, condición necesaria para garantizar cumplir con su tarea sin abandonar al alma que acompaña.

No obstante, según las fuentes etnohistóricas del siglo XVI, como la Historia de las cosas de la Nueva España, conocido como Códice Florentino, Fray Bernardino de Sahagún menciona que, si el difunto que se presentaba antes del cruce del río, en vida se había maltratado a los perros, éstos se negaban a ayudarlo, por lo que no le permitía montarse sobre su lomo y, en señal de rechazo, se levantaba sobre sus patas, evitando el cruce.

Esta creencia expresaba una enseñanza moral: el trato que se daba a los animales en el mundo terrenal tenía consecuencias en el más allá. De ese modo, el perro no sólo era un guía de almas, sino también un juez silencioso del comportamiento humano.

El cuidado y la valoración de los perros no solo remiten a una tradición ancestral, sino también a un acto de conciencia sobre el valor simbólico y espiritual que estos animales han tenido a lo largo de la historia.

En la actualidad, en muchas culturas, los perros continúan siendo considerados fieles acompañantes y su presencia en nuestras vidas es un recordatorio de la conexión con ese animal que creamos a partir de la domesticación.

Cuidarlos, independientemente de su origen, es un reconocimiento a su legado ancestral, que ha trascendido las generaciones y sigue vigente en la memoria colectiva de muchas sociedades.

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