En gran parte de la República Mexicana se celebra a la Santa Cruz, festividad de suma importancia para muchos pueblos y localidades indígenas, ya que se relaciona con los rituales de petición de lluvias, el calendario agrícola y la cosecha. Si bien el clímax tiene lugar el día 3, durante todo el mes de mayo, se efectúan diversas ceremonias a lo largo del país, pero una de las más destacadas es la petición de agua, especialmente en regiones agrícolas, ya que marca el fin de la temporada de secas y anuncia la llegada de las lluvias.

El culto a la cruz es una celebración que combina elementos de la religión católica con tradiciones prehispánicas, dando lugar a una mezcla única de rituales y creencias, efectúan danzas, ofrendas a los cerros y cuevas, hacen peregrinaciones a las distintas fuentes de agua, además de poner y cambian cruces, las cuales son adornadas con diversos motivos tradicionales.

La fiesta de la Santa Cruz posee un simbolismo acuático, íntimamente relacionado con la fertilidad de la tierra. Además, en algunas comunidades, la ceremonia está relacionada con la construcción. Se cree que colocar una cruz en el lugar donde se construye una nueva casa o edificio garantizará su estabilidad. Los trabajadores suelen realizar una ceremonia especial donde se coloca una cruz adornada con flores y se realizan peticiones por la seguridad, protección y el éxito del proyecto. Por este motivo se vincula con albañiles, peones, ingenieros, arquitectos y en general, personal relacionado con la construcción.

El culto a la cruz además rememora la crucifixión, ya que fue el día 3, en el que, de acuerdo con la tradición cristiana, Santa Elena, madre de Constantino, ordenó la ejecución de una serie de exploraciones y excavaciones en Jerusalén, para encontrar la cruz donde Cristo fue crucificado, logrando encontrar tres de ellas, en los cimientos de la basílica construida en el Monte del Calvario, con lo que se pudo identificar cuál fue en la que murió Jesús de Nazareth. Por tal motivo, en el imaginario popular colectivo, Santa Elena fue tomada, además, como Santa patrona de los arqueólogos, quienes dedican su vida a interpretar la cultura material de las sociedades del pasado para comprender sus procesos sociales, a través de la prospección, excavación e investigación de diversos sitios y contextos arqueológicos.

Independientemente del culto, la religión y las creencias, el sincretismo que se desarrolla en dicha conmemoración es de suma importancia. Veamos a la “Cruz”, no sólo como uno de los uno de los símbolos más importantes de la tradición cristiana o una celebración religiosa, sino como un recordatorio de la diversidad cultural del país, la importancia del respeto y culto a la fertilidad de la tierra, los cerros y el agua, como una muestra de la cosmovisión y valores comunitarios, que nos invita a recordar la responsabilidad de cuidar y preservar los recursos naturales. Los rituales y prácticas asociadas con la festividad no solo buscan obtener la lluvia necesaria para la agricultura, sino también honrar y agradecer a la naturaleza por su generosidad.

A pesar de su constante dinamismo, a lo largo de la historia, el festejo a la cruz y el agua nos recuerda que en momentos como en la actualidad, donde el estado y el país enfrentan una crisis hídrica, es fundamental recordar la importancia del cuidado del agua y aprender de las enseñanzas de la cosmovisión indígena en México y otras culturas que valoran este recurso vital.

En momentos como en la actualidad donde el estado y el país enfrentan una crisis hídrica, es fundamental recordar la importancia del cuidado del agua y aprender de las enseñanzas de la cosmovisión indígena en México y otras culturas que valoran este recurso vital.

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