Stephany Espinosa

La imagen como documento histórico

Stephany Espinosa
08/08/2025 |00:38
Stephany Espinosa
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A lo largo de la historia de la humanidad la imagen ha sido más que una abstracción de la realidad: ha funcionado como un documento con valor propio. La imagen transmite información, ideologías y cosmovisiones que no siempre aparecen en los registros escritos.

El problema surge cuando la imagen se reduce a mera ilustración. Esta práctica, frecuente en manuales y textos escolares, niega su capacidad autónoma de transmitir información y limita su análisis a un complemento del discurso escrito.

Aby Warburg señaló que el arte es un “vehículo de memoria social”, capaz de condensar símbolos y narrativas que perviven más allá de su contexto de producción. Por otro lado, Michael Baxandall, en Painting and Experience in Fifteenth-Century Italy (1972), recuerda que la pintura se comprende a partir de los códigos visuales y del horizonte cultural de su tiempo, no como un adorno narrativo. De igual forma, Erwin Panofsky, en Estudios de iconología (1939), estableció que la interpretación de una imagen exige un proceso tan riguroso como la lectura de un texto: un primer nivel de descripción preiconográfica, uno iconográfico y, finalmente, el iconológico, donde se revelan los significados profundos.

Las imágenes, al igual que los documentos escritos, poseen autoría, intención y contexto. Una fotografía de archivo no se limita a mostrar un instante: selecciona un encuadre, una luz, un momento preciso que responde a una voluntad narrativa. John Berger, en Modos de ver (1972), subraya que “la forma en que vemos las cosas está afectada por lo que sabemos o creemos”. Así, leer una imagen implica reconocer las capas de mediación entre el objeto representado y el espectador.

El historiador del arte debe considerar que la imagen construye un discurso propio, incluso cuando no acompañe un texto. Tratar a la imagen como documento histórico exige también reconocer sus silencios y omisiones.

La imagen es como un testigo, al cual si no se le interroga, no dice nada. Como establece Carlo Ginzburg, la evidencia visual forma parte de las “pistas” que el historiador debe reunir para reconstruir un pasado siempre fragmentario.

En el presente, la circulación masiva de imágenes digitales ha multiplicado su papel como fuentes históricas. Sin embargo, la inmediatez de su consumo provoca que el público las perciba como imágenes fugaces, sin detenerse a interrogarlas.

Como historiadora del arte, me formé en una tradición de historiadores para quienes el análisis de la imagen y la cultura visual constituyen un eje central del estudio histórico. En esa línea, la imagen no se entiende como un accesorio ilustrativo, sino como un testimonio, capaz de construir y transmitir discursos complejos.

Esta perspectiva, heredera de corrientes que van desde la iconología panofskiana hasta los estudios contemporáneos de cultura visual, nos enseña a interrogar, analizar y contrastar las imágenes con la misma rigurosidad que a un manuscrito.

el análisis de la imagen y la cultura visual constituye un eje central del estudio histórico”…

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