Hay un cese al fuego entre Israel e Irán que, hasta el momento de este escrito, parece sostenerse. La intervención de Washington fue fulminante y potencialmente muy destructiva, pero se limitó a una única operación. La represalia iraní contra Estados Unidos buscó más bien proyectar un mensaje de desescalada, mensaje que Trump captó y replicó con rapidez. Así que este capítulo parece estar cerrándose en este punto. Pero no el libro. Los factores de fondo que detonaron esta guerra siguen plenamente vigentes, y el cese al fuego no responde a muchas de las interrogantes que iremos evaluando con el tiempo. Por ejemplo, en medio del debate político, varios análisis se preguntan qué tanto daño sufrió realmente el proyecto nuclear iraní. Pero esa no es la pregunta central. Más relevante sería entender si el golpe modificó el cálculo estratégico de Irán: si el régimen estará dispuesto a reparar los daños —aunque le tome tiempo— y avanzar finalmente hacia el desarrollo de un arma nuclear, o si, por el contrario, los daños sufridos lo orillarán a favorecer negociaciones serias. Hoy exploramos algunas de esas interrogantes y los posibles caminos que podrían abrirse a partir de aquí.

1. Lo que motivó el cese al fuego. Podemos sintetizar tres ángulos dentro de este triángulo de motivaciones:

(a) Del lado de Trump, el presidente logró lo que muchos consideraban enormemente complicado: sostener su visión de “Paz mediante la Fuerza”, proyectando no solo el poder militar con el que cuenta Estados Unidos, sino también su determinación para usarlo, incluso frente a los potenciales costos que ello habría implicado. Al mismo tiempo, logró finalizar la operación con rapidez, evitando involucrar a su país en una guerra prolongada, algo que no solo resultaba impopular entre su círculo cercano, sino también entre la mayor parte del electorado estadounidense.

(b) Del lado iraní, su dirigencia evaluó que era menos costoso absorber las numerosas pérdidas sufridas durante esta guerra y detenerse en ese punto para repensar sus pasos futuros, que escalar el conflicto y exponerse a daños aún mayores que podrían poner en riesgo la estabilidad del régimen. Al final, Teherán optó por garantizar la supervivencia del régimen y planificar a mediano y largo plazo.

(c) Finalmente, del lado israelí, la dirigencia decidió capitalizar los logros militares alcanzados —particularmente los daños infligidos al proyecto nuclear iraní— incluso si estos no constituyen un golpe definitivo, con tal de asegurar el respaldo político tanto de Trump como de su propia sociedad. Ésta, aunque estuvo dispuesta a soportar efectos materiales, económicos y psicosociales elevados, difícilmente podría haberlo hecho por un periodo prolongado, especialmente ante las crecientes críticas generadas por los impactos directos de misiles iraníes que lograron vulnerar refugios antiaéreos, y frente a la escasez de interceptores que ya se anticipaba.

2. La interrogante central. Las preguntas sobre la magnitud de los daños materiales infligidos al proyecto nuclear iraní son, por supuesto, importantes. Pero más allá de si a Irán le tomaría algunos meses, un año, cinco o incluso diez años revertir esos daños, la interrogante central tiene que ver con el cálculo que hará ahora la dirigencia de ese país. Esto resulta especialmente relevante si consideramos que Irán posee —como lo señaló el propio jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA)— tanto el conocimiento técnico como la capacidad industrial para reponer cada pieza dañada. Si el sector más duro dentro del régimen opta por seguir adelante con el proyecto, y aún más, avanzar hacia el armado de la bomba, Irán podría trazar una ruta que eventualmente lo lleve a alcanzarla, tal como lo hizo Corea del Norte en su momento. No será un camino sencillo, y siempre estará expuesto a nuevos ataques, pero nada de eso resta importancia a la pregunta fundamental: ¿mantendrá Irán la voluntad política de continuar? Kenneth Waltz lo expresó con claridad en un texto publicado en Foreign Affairs hace algunos años: la historia demuestra que, cuando un país toma la decisión de desarrollar un arma nuclear y sostiene esa voluntad en el tiempo, tarde o temprano, lo logra.

3. Existe también una dimensión política detrás de la guerra de declaraciones e información en torno al grado de daño infligido al proyecto nuclear iraní. Si la evaluación de inteligencia indicara que los daños fueron menores y que solo se logró retrasar el proyecto por unos cuantos meses —como sugería un reporte militar filtrado a CNN en Estados Unidos y también una evaluación preliminar en Israel—, entonces no se podría dar por concluida la operación. En ese escenario, Trump quizás se vería obligado a extender su involucramiento, y el objetivo mayor de haber actuado podría comenzar a ser cuestionado por diversos sectores. En cambio, si —como han afirmado posteriormente autoridades tanto en EU como en Israel— los daños fueron significativos y habrían retrasado a Irán varios años en sus posibles aspiraciones nucleares, entonces toda la operación puede presentarse como un éxito rotundo. La realidad es que, si las inspecciones físicas por parte de expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica permanecen suspendidas, necesitaremos tiempo antes de poder conocer, de forma más objetiva, la verdadera magnitud de las afectaciones.

4. De ahí la importancia de conocer mucho más a fondo los términos del cese al fuego que se ha alcanzado. Si nos guiamos por Trump, esos términos ya habrían sido pactados e, incluso, en palabras del propio presidente, podría no requerirse la firma de un acuerdo formal más amplio. Sin embargo, en temas de esta naturaleza, la situación no puede quedar en un terreno tan vago si lo que se busca es mayor certeza y estabilidad para la región. (a) Primero, es indispensable identificar qué ocurrió con el uranio que Irán ya tenía enriquecido al 60%; (b) segundo, se debe definir con claridad qué se hará con ese material; (c) tercero, será necesario evaluar el estado real del proyecto nuclear iraní y establecer si existe disposición para negociar un acuerdo integral que garantice el uso exclusivamente civil de la energía atómica en Irán, o incluso su disposición a suspender definitivamente el enriquecimiento de uranio, a cambio de incentivos lo suficientemente atractivos como para que el país los cumpla de manera sostenida y plenamente verificable; (d) finalmente, será crucial entender qué ocurre en el fondo con las relaciones entre Irán, sus vecinos y, en general, con Occidente, para evaluar en qué medida ese país podría seguir avanzando en temas como su programa de misiles o su respaldo al eje de alianzas regionales.

5. En la medida en que uno o más de esos temas quede sin ser claramente respondido, negociado y/o finalmente resuelto, en esa medida el potencial de enfrentamientos futuros se sostiene de manera íntegra, lo que puede ocurrir en el curso de semanas, meses o años.

6. En caso de que Irán decida mantener una línea dura en las negociaciones, abandone su cooperación con el OIEA —como ya está siendo aprobado en su parlamento— o incluso, más adelante, se retire del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, y en definitiva mantenga sin respuesta las interrogantes que mencionamos arriba, obscureciendo así sus intenciones y capacidades futuras para retomar el camino hacia el armado de una bomba, tendremos que conformarnos con la información de inteligencia que se logre conocer al respecto. Lamentablemente, también tendremos que aceptar que esa información podrá estar siempre sujeta a la contaminación de motivaciones políticas por parte de los actores involucrados en turno. Pero bajo esa hipótesis, es posible que ambas cosas ocurran de forma paralela: tanto una reanudación de hostilidades por parte de Israel o Estados Unidos contra Irán, como el eventual avance definitivo de Teherán hacia la construcción de su bomba atómica. Aunque todo eso tome no meses, sino años, este tema seguirá en el centro de la agenda.

7. Si esto último es lo que termina ocurriendo, Irán aún conserva un amplio arsenal de opciones para sostener una guerra asimétrica prolongada contra sus enemigos. Esto abarca desde guerras cibernéticas e informativas, hasta actos de sabotaje y atentados contra blancos civiles, objetivos económicos, comerciales, navales o financieros; la reactivación de su respaldo a las actividades del aún vigente eje de alianzas regionales; e incluso un aumento en el nivel de cooperación con rivales de Israel y Washington, como Rusia o China. Estas medidas podrían desplegarse más pronto que tarde, y probablemente las veremos manifestarse en distintos grados y combinaciones, insisto, si es que la línea dura termina imponiéndose tras la “Guerra de los 12 días”.

8. En ese, y en muchos otros sentidos, la confrontación entre Israel y Hamás, así como con la Jihad Islámica —ambas aliadas de Irán— debe ser incorporada al análisis. En un escenario optimista, Netanyahu podría considerar que ha alcanzado un nivel de aprobación interna suficiente como para acceder finalmente a un cese al fuego, incluso sin el respaldo de los sectores más duros de su coalición, y avanzar con los esquemas propuestos por Witkoff—el negociador de Trump—junto con otros actores como Egipto, para poner fin definitivo a esta guerra, lograr la liberación de todos los rehenes que aún permanecen en cautiverio y encaminarse hacia un gobierno de transición viable y estable para la Franja, con miras a proyectar un proceso de negociaciones más profundo hacia adelante para el tema palestino. En ese mismo escenario positivo, también podríamos pensar que Hamás encontraría incentivos para asumir compromisos. Pero lamentablemente, también existen otros escenarios en los que esta guerra se prolonga. Algunos de ellos podrían estar directamente relacionados con Irán, aunque el asunto es mucho más complejo y atraviesa la política interna tanto de Israel como de Palestina, además de depender de múltiples factores, como la percepción, por parte de cualquiera de los actores involucrados, de que no existen incentivos suficientes para detener las hostilidades, a pesar de todo lo que sigue ocurriendo día tras día.

Todo sigue siendo muy fluido. Seguiremos evaluando constantemente los muchos factores que en este texto hemos dejado abiertos.

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