La guerra entre Israel y Hamás se acerca ya a los 22 meses. Las negociaciones para un alto al fuego, al momento de escribir estas líneas, permanecen estancadas. Mientras tanto, Netanyahu continúa planteando sus objetivos en términos de una “victoria total”, Hamás mantiene a unos 50 rehenes (más de la mitad, se presume, ha muerto) en su poder, y la población de Gaza sufre una crisis humanitaria difícil de describir. Las muertes de civiles incluyen ya casos por hambre, además del desplazamiento masivo y una destrucción sin precedentes. ¿Cómo interpretar lo que ocurre y, sobre todo, la racionalidad que guía hoy a cada uno de los actores?

(Nota, este es solo un texto de seguimiento. Llevamos desde octubre del 2023 escribiendo diversos textos sobre el tema. Si usted busca antecedentes u otros aspectos haga click en mi o bien, en los ):

Partamos de los siguientes elementos:

1. En su última etapa, la administración Biden, en coordinación con el negociador especial de Trump, logró pactar un cese al fuego entre Israel y Hamás justo antes de que Trump asumiera el cargo en enero. La tregua estaba estructurada en tres fases. Aunque los principios generales de esas tres etapas habían sido acordados, los detalles de la segunda fase debían negociarse mientras se implementaba la primera. Eso no ocurrió con éxito, y pocos días después de finalizada la primera fase, hacia marzo, el cese al fuego colapsó.

2. Durante la tregua se manifestaron tres factores clave. El primero fue que Hamás aprovechó el alto al fuego para proyectar un mensaje potente de resistencia, con un claro objetivo psicológico y político: mostrarse como una fuerza aún capaz. Para ese momento, habían pasado ya 15 meses de combates, y la agrupación logró exhibir que, pese a haber perdido a buena parte de su liderazgo, combatientes y arsenal, seguía operando con cohesión y control en la Franja. No existía ningún esquema que reemplazara su gobierno, y la organización regresaba a cada sitio donde su ausencia había generado un vacío, retomando funciones, incluida buena parte de la distribución de ayuda. Además, demostró su capacidad de reclutar nuevos combatientes para sustituir a quienes Israel había eliminado en la lucha.

3. El segundo factor fue el peso que ejercieron varios componentes extremos dentro de la coalición que sostiene al gobierno de Netanyahu para parar la tregua. Uno de los partidos, de hecho, abandonó temporalmente la coalición, condicionando su regreso al fin del alto al fuego pactado. Otro de los socios, el bloque encabezado por Smotrich, también supeditó su permanencia a que no se avanzara con la segunda fase de la tregua. En ambos casos, la exigencia era clara: solo una victoria “total y definitiva” sería aceptable. En su visión, eso implicaba la reocupación militar de Gaza por parte de Israel y el desplazamiento masivo de la población palestina.

4. El tercer factor fue Trump. En su afán por obtener acuerdos rápidos y capitalizar logros de forma inmediata, Trump presentó el cese al fuego como una victoria personal. Pero cuando el acuerdo empezó a mostrar señales de ruptura, tomó distancia: dejó claro que esa no era una guerra de Washington, sino de “otros”. Más tarde ofreció opciones vagas que iban desde una posible toma de control de Gaza por parte de Estados Unidos y el exilio masivo de palestinos, hasta amenazas altisonantes contra Hamás si no cedía en sus posiciones. Todo eso fue interpretado por Netanyahu como una suerte de cheque en blanco para escalar el uso de la fuerza sobre Gaza y su población, con una intensidad aún mayor que la mostrada en los meses previos.

5. Fue la combinación de estos factores la que moldeó la racionalidad de Netanyahu. A menudo se le percibe como un líder motivado exclusivamente por el deseo de no perder su coalición de gobierno, y con ello, el poder que lo protege de enfrentar juicio por los tres casos de corrupción que pesan en su contra. Todo eso es cierto. Pero también pesa el factor Hamás, y esta organización lo sabe desde hace tiempo. El mensaje que Hamás proyectaba hacia inicios del año no solo desafiaba a Netanyahu, sino que impactaba directamente en su base electoral y en amplios sectores de la sociedad israelí. Ese mensaje apuntaba a que la estrategia del primer ministro había fracasado: Hamás seguía controlando Gaza, imponía los términos de la negociación sobre los rehenes, dominaba la narrativa, y mantenía la capacidad de golpear políticamente a Israel. Estos elementos, sumados al visto bueno de Trump, no hicieron sino reforzar en Netanyahu la idea de que era indispensable lograr una victoria total sobre esa agrupación.

6. Pero en su apuesta por una victoria total —entendida sin matices como el desarme y exilio de Hamás—, Netanyahu optó por desoír tres tipos de advertencias. (a) Las advertencias militares que le señalaban que, desde el punto de vista estrictamente militar-profesional, ya no había mucho más que lograr mediante una campaña de fuerza masiva. (b) Las advertencias que indicaban que la mayoría de los rehenes solo podrían ser liberados mediante negociaciones, pues la presión militar jugaba en realidad a favor de Hamás: mientras más crecía la cifra de muertes palestinas y se agravaba la crisis humanitaria, más se fortalecía la presión internacional para que Israel aceptara la permanencia del grupo en Gaza, a pesar de sus crímenes. (c) Las voces que advertían que, a medida que la ofensiva militar aumentara —especialmente bajo condiciones de bloqueo de la ayuda humanitaria—, también lo haría el riesgo de acusaciones de crímenes de guerra contra Israel, y con ello, el aislamiento diplomático del país, que ya era severo.

7. Por si todo lo anterior fuera poco, en medio de estas semanas tuvo lugar la “guerra de los doce días” entre Israel e Irán, durante la cual Netanyahu no solo logró persuadir a Trump de avalar su ofensiva contra Teherán, sino que lo convenció de participar activamente en ella. Los resultados militares, impactantes en múltiples niveles, robustecieron aún más la posición de fuerza de Netanyahu y solidificaron su postura frente a Trump.

8. Así, los meses que transcurren desde marzo hasta hoy han estado marcados por una aplicación de fuerza en Gaza por parte de Israel a niveles no vistos en los últimos meses. A la muerte indiscriminada de civiles se ha sumado un bloqueo casi total de alimentos y ayuda, lo que ha derivado en un número creciente de muertes por inanición. El argumento de que la ayuda humanitaria era robada de forma masiva por Hamás perdió sustento tras una investigación del propio ejército israelí, que no encontró evidencia para respaldarlo.

9. En consecuencia, Israel se encuentra ahora en una situación en la que los rehenes no han sido liberados, los objetivos militares de Netanyahu no han avanzado respecto a su estado en marzo —según informes militares israelíes—, y la presión internacional no deja de crecer. Esta presión, que ahora toma la forma de un mayor reconocimiento oficial de un Estado Palestino, ya no proviene solo de los adversarios tradicionales de Jerusalem, sino también de aliados clave de Washington dentro de la OTAN, como Francia y el Reino Unido, que incluso colaboraron con Israel en su defensa frente a Irán.

Pero para entender mejor este rompecabezas, es necesario intentar comprender la racionalidad que opera dentro de algunos de los actores clave en esta situación.

Hamás radicalizado

Tras una campaña militar sin precedentes en su contra, la pérdida de buena parte de su liderazgo militar, su arsenal y la mayoría de sus combatientes, y luego de incontables rondas de negociación, Hamás no ha suavizado su postura. Por el contrario, podría decirse que se ha radicalizado aún más. Como lo hemos documentado desde 2023 —a partir de numerosos documentos, declaraciones y entrevistas—, en su propia lectura, la causa palestina está hoy en una mucho mejor posición que hace dos años. Los “mártires sacrificados”, como ellos llaman a las decenas de miles de muertes palestinas, habrían muerto “por un bien mayor”. En su interpretación, mientras más tiempo pase, más muertes civiles se acumulen y mayor sea la crisis humanitaria, en esa medida más países adoptan medidas a favor del reconocimiento del Estado Palestino y/o medidas en contra de Israel incrementando su aislamiento.

Desde esa lógica, la agrupación no tendría razones para liberar a los últimos 20 rehenes israelíes que aún permanecen con vida, salvo que su liberación funcione como garantía para su propia supervivencia. Ni la presión de países árabes como Qatar, mucho menos la de la propia población en Gaza, han conseguido quebrar esta lógica. En su visión, pueden seguir resistiendo los embates militares israelíes como lo han hecho durante los últimos meses, a pesar de las bajas y los sacrificios. Solo una garantía directa de Trump de que Israel pondrá fin definitivo a la guerra podría modificar esa postura.

Racionalidad de Netanyahu

Netanyahu, quien hoy es favorecido —según encuestas— por menos del 30 % de su población, no puede permitirse aceptar lo que Hamás demanda en los términos señalados, pues ello equivaldría a admitir que siempre estuvo equivocado. Desde su óptica, solo la entrega total de los rehenes israelíes, el desarme completo de Hamás (y también de la Jihad Islámica, que a menudo se omite), y el exilio definitivo de esa agrupación, podrían constituir una alternativa viable a una victoria militar total, la cual buscaría obtener exactamente esos mismos resultados por medio de la fuerza. En nuestra evaluación, la única pieza con capacidad real para alterar ese conjunto de objetivos es la influencia de Trump, en caso de que decidiera ejercerla de forma efectiva.

La racionalidad militar

Para ser claros, los objetivos expresados por Netanyahu contrastan con lo que el ejército israelí ha venido argumentando desde abril y mayo de 2024. Es natural que, cuando el primer ministro afirma ante su población que Israel no cesará los combates hasta que Hamás sea “completamente derrotada”, una parte de la ciudadanía continuará respaldando sus estrategias de guerra masiva. Sin embargo, estas promesas no son coherentes con la evaluación militar —mucho menos con la amplia experiencia e investigación sobre terrorismo y organizaciones terroristas—. El terrorismo no se reduce mediante estrategias de aplicación masiva de fuerza; de hecho, con frecuencia ocurre lo contrario.

El ejército israelí, según distintos oficiales, comprende que una retirada total de Gaza podría interpretarse como un incumplimiento del objetivo de destruir a Hamás al 100%. No obstante, la cúpula militar estima que la organización se encuentra ya lo suficientemente debilitada como para que cualquier amenaza futura pueda ser contenida, de forma similar a lo que hoy sucede con Hezbollah en el norte (Harel, 2025). De hecho, el pasado martes, el ejército presentó un balance de sus operaciones en Líbano y Siria desde la entrada en vigor del alto al fuego en el norte, en noviembre. Según sus cifras, un tercio de los éxitos operativos contra Hezbollah se han alcanzado durante periodos de calma, dejando a ese grupo en lo que describen como “su peor estado histórico”. Esto pone en entredicho la narrativa de algunos líderes israelíes que sostienen que concluir la guerra en Gaza afectaría negativamente la capacidad de Israel para debilitar a Hamás.

Por último, la pieza fundamental: el factor Trump

La racionalidad de Trump se sustenta en un aislacionismo de corte transaccional. Su objetivo esencial es replegarse de Medio Oriente, generar condiciones de negocio, prosperidad y estabilidad regional en las que el ejército estadounidense no tenga que involucrarse en guerras “lejanas, ajenas y costosas”, y, al mismo tiempo, proyectarse como el presidente “hacedor de acuerdos” y “promotor de la paz”. En ese marco, está presionando con todo lo que puede para lograr una nueva tregua, al menos parcial. Pero cuando se encuentra con la resistencia de Hamás (por las razones que he señalado antes), tiende a pensar que es necesario aplicar una dosis aún mayor de fuerza para extraer concesiones de esa organización, y es ahí cuando otorga su respaldo a las tácticas de Netanyahu. Sin embargo, solo si en su lógica termina por imponerse el ánimo transaccional por encima del impulso de proyectar fuerza, se decantará por ejercer mayor presión sobre Netanyahu, con el objetivo de que éste flexibilice su definición de victoria y se apegue más a lo que el propio ejército israelí le está recomendando. Presionar a Hamás a través de otros actores no es imposible, pero la organización estima que el contexto actual está favoreciendo como nunca la causa palestina, y que no tiene por qué realizar más concesiones de las que ya ha hecho.

Hasta acá por hoy, continuaremos con el seguimiento.

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