Tras más de una semana de ataques israelíes contra Irán, Estados Unidos se ha sumado a la ofensiva, golpeando con armas de gran poder tres instalaciones vinculadas al proyecto nuclear iraní. La evaluación de los daños deberá realizarse en los días y semanas por venir. Lo que por ahora sí queda claro es el mensaje de la administración Trump: un mensaje que busca equilibrar la proyección de fuerza con el deseo de evitar que EU se involucre en un conflicto prolongado. El problema es que una cosa es el mensaje y la intención inicial, y otra muy distinta es la serie de escenarios que ahora se abren para la región. A continuación, algunos apuntes preliminares.

(Nota: este es un texto de seguimiento que solo analiza la coyuntura de los ataques de EU y parte de la información con la que contamos al momento de este escrito al respecto de una situación enormemente fluida. Sobre el contexto y las motivaciones para iniciar esta guerra, acá he escrito varios artículos).

1. Como explicamos antes, Trump tuvo que navegar entre la presión de dos fuerzas, tanto dentro de su administración como entre sus propios planteamientos. Por un lado, la doctrina de “America First” y todos los actores que la respaldan se oponen al involucramiento de EU en una nueva guerra en Medio Oriente, algo que el propio Trump ha criticado duramente como una estrategia fallida en todos los sentidos. Por el otro lado, sin embargo, la doctrina de “Paz mediante la Fuerza” sostiene que la proyección de poder y la determinación para usarlo son absolutamente necesarias para disuadir enemigos y forzarlos a negociar en términos favorables para Washington. Según un sector importante del Partido Republicano, del Pentágono y del propio círculo cercano a Trump, si ese presidente había dado a Irán un plazo de 60 días para alcanzar un acuerdo nuclear y detener el enriquecimiento de uranio, y Teherán no lo había cumplido, entonces Washington debía demostrar su disposición a usar la fuerza, incluso asumiendo los costos que ello implicara.

2. Un mensaje así no es solo para Irán o para otros actores en la región, sino para toda clase de adversarios, rivales o incluso aliados de Trump que ahora han esparcido la teoría del TACO (“Trump always chikens out” o “Trump siempre se echa para atrás”). Para un presidente que basa la mayor parte de sus estrategias en posturas duras de negociación—en lo militar, en lo comercial, en lo político y en lo diplomático, dentro y fuera de EU—es fundamental mostrarse como un presidente que cumple y que está dispuesto a pagar los costos por cumplir.

3. No obstante, y considerando tanto a su base como al electorado en EU—entre 6 y 7 de cada 10 estadounidenses se oponían al ataque contra Irán—lo que Trump y toda su administración están comunicando al momento de este escrito es que se trata de una única operación. “Los aviones ya están regresando a casa”, escribió Trump. A casa. No a bases cercanas. El vicepresidente Vance aseguró que “no habrá tropas en el territorio”. Esto no es una invasión como la de Afganistán o Irak, han declarado, sino una operación de fuerza poderosa, pero que ya ha terminado, y que depende de Irán el negociar y terminarla en este punto.

4. Si bien esta es su operación de mayor fuerza, esta misma fórmula en Trump se ha repetido en el pasado, por ejemplo, en las dos ocasiones que atacó a Assad en Siria, o cuando mandó asesinar al General Soleimani, entonces el segundo hombre más poderoso de Irán. La tendencia de Trump es usualmente a SÍ atacar, SÍ cumplir con sus amenazas, pero inmediatamente buscar alguna salida para evitar un mayor involucramiento, o bien, negociar términos que él pueda presentar como adecuados. Si se observa su conducta, algo similar sucede en sus guerras arancelarias. En lo militar, hace pocas semanas pudimos observarlo con su campaña contra los houthies. En esa ocasión, la campaña estaba durando varias semanas, mucho más de lo que él hubiese deseado, y se apresuró a pactar con esa agrupación yemení un alto al fuego, aunque éste no incluyera a Israel.

5. Sin embargo, estamos ante un entorno mucho más complejo y, por tanto, más allá de las intenciones que pueda tener Trump y su equipo, se necesita introducir una serie de variables adicionales a esta ecuación. Trataremos de comentar algunas.

A. Primero, la guerra entre Israel e Irán no ha terminado y su desarrollo puede tomar muy distintas direcciones. En ese enfrentamiento, la estrategia de Irán—muy al estilo de combate asimétrico—está precisamente en prolongar las hostilidades buscando desgastar psicológicamente a la población israelí, producir presiones políticas en ella y generar impactos económicos que orillen a Israel a pagar costos por sus ataques. Por tanto, lo que suceda en este tema los próximos días y semanas está aún por verse.

B. Segundo, Irán cuenta con un arsenal de tácticas, también asimétricas, para golpear los intereses estadounidenses en la región, lo que incluye desde atacar sus bases, embarcaciones y aviones, hasta producir disrupciones al comercio y navegación en la región. Irán podría intentar cerrar el estrecho de Ormuz por el que circula una quinta parte del petróleo que se utiliza en el mundo, podría acosar embarcaciones en el Golfo Pérsico o con ayuda de sus aliados houthies podría hacer lo mismo con las que circulan por el Mar Rojo desde Asia rumbo a Europa. Irán podría atacar instalaciones petroleras de la región, generando altos costos a la economía global. También podría buscar atacar objetivos llamados suaves, que incluyen instalaciones civiles en donde haya diplomáticos o ciudadanos estadounidenses o israelíes, lo que no se limita a Medio Oriente. Para este tipo de tácticas Teherán sigue contando con un dañado, pero aún vivo círculo de alianzas que van desde Líbano hasta Yemen pasando por Irak y otras partes de la región.

C. Tercero, Irán podría decidir que, dadas las circunstancias actuales, no le queda alternativa más que avanzar hacia el armado de una bomba nuclear. En este punto, por supuesto, será necesario evaluar los daños provocados por Estados Unidos a las instalaciones nucleares iraníes, los cuales se suman a los ya infligidos por Israel. Según estimaciones, antes de los bombardeos estadounidenses, Israel había logrado retrasar el proyecto nuclear iraní algunos meses, quizás hasta un año, pero no más que eso. Es probable que los ataques de EU hayan conseguido retardarlo aún más, quizás incluso por varios años. Sin embargo, conviene considerar que (a) Irán probablemente conserva unos 400 kg de uranio ya enriquecido al 60%, material que podría utilizar en el futuro para sus fines nucleares; (b) Irán sigue teniendo el conocimiento técnico necesario para, si así lo decide, eventualmente armar la bomba; y (c) desconocemos si los daños provocados son irreversibles, o si existen otras formas —o incluso otras instalaciones— en las que Irán podría seguir avanzando hacia ese objetivo, aunque le tome más tiempo. Es cierto que los ataques en su contra podrían reanudarse en cualquier momento. Sin embargo, como ha sucedido en el pasado, la historia muestra que, si el objetivo existe y el conocimiento está disponible, eventualmente un país puede alcanzar esas metas si decide hacerlo.6. Por tanto, es indispensable observar qué es lo que sucede con y dentro del liderazgo iraní. Washington ha sido muy claro en que su meta no es “cambio de régimen” y que no apoyaría a Israel si esa fuese su meta. Por eso acá también se necesita introducir una combinación de factores:

A. El liderazgo iraní está sin duda en shock y muy golpeado. Israel ha eliminado a personajes claves del régimen y les ha costado enorme trabajo reponerse de esta serie de conmociones. Sin embargo, las estructuras del sistema siguen ahí. La colaboración entre la élite de los ayatolas, las Guardias Revolucionarias Islámicas y todo el engranaje político y económico que éstas controlan, es muy difícil de quebrar. No existe una oposición unificada y organizada que hasta este momento represente un reto sólido, y si esto llega a cambiar en los meses que sigue, el país entraría en territorio desconocido, no necesariamente en el surgimiento de un régimen más afín a Occidente.

B. Dentro de ese complejo sistema, sin duda hay voces importantes que favorecen la negociación. Lo que Trump está ofreciendo es precisamente la supervivencia del régimen. Desde esa perspectiva, habría que tomar las pérdidas, seguir adelante, y repensar las estrategias para buscar los intereses nacionales. Estas voces pueden ahora tomar un papel que no debe descartarse de inmediato, especialmente si las hostilidades se prolongan y si las tácticas empleadas por Teherán no son eficaces para responder ante los ataques recibidos.

C. Hay, sin embargo, un muy amplio sector que está completamente decepcionado de haber dado una oportunidad a las negociaciones, que considera que éstas fueron solo un ardid estadounidense para ganar tiempo, y que la situación actual no deja a Irán otra alternativa que perseguir la doctrina del caos. Desde esta otra visión, Irán debe irse con todo en contra de intereses estadounidenses, israelíes y en general occidentales, y producir la mayor disrupción posible empleando tácticas como las que arriba señalo, entre otras.

D. Está también la potencial colaboración con Teherán de otros adversarios de EU. Específicamente hablando de Rusia y China, sin embargo, la realidad es que no se trata propiamente de aliadas de Irán. Efectivamente, en los últimos años han coordinado determinadas políticas con ese país. Teherán incluso ha suministrado drones y misiles a Rusia para su guerra en Ucrania y Moscú colabora en el proyecto nuclear iraní. China tiene vigente un robusto acuerdo de cooperación de 25 años con Teherán. Pero aún así, más allá de las condenas diplomáticas, las probabilidades de que alguna potencia se sume militarmente para defender a Irán son bajísimas. Teherán cuenta con aliados, pero no son actores estatales.

E. Frente a todo lo que señalo, lo que habrá que sopesar son las nuevas decisiones que tome Trump ante las posibles represalias iraníes y los desarrollos que sigan. Es decir, aunque su intuición y decisión inicial han sido limitar las acciones actuales a “una sola operación”, en la medida en que sus bases o intereses sean atacados, Washington se verá forzada a seguir involucrándose, lo que podría extender el conflicto mucho más de lo que Trump hubiera deseado. Esto, sin duda, tendría repercusiones políticas internas y lo presionaría a evitar una mayor implicación, pero es incierto hasta qué punto podrá realmente lograrlo.

La probabilidad mayor es que este tema está lejos de finalizar acá. Pero en los próximos días estaremos viendo cómo se combinan los factores que indico. Tendremos que observar estos desarrollos y las posibles repercusiones de esta guerra que ahora ha escalado de manera histórica. Seguiremos escribiendo al respecto.

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