La fase 1 del acuerdo de cese al fuego entre Hamás e Israel ha avanzado conforme a lo previsto. Los logros alcanzados no son menores y merecen ser reconocidos, pues además de lo obtenido hasta ahora, se abren escenarios alentadores que, si la dinámica positiva de las negociaciones se mantiene y se cuidan numerosos detalles en las fases siguientes, podrían llegar a concretarse. Dicho esto, persisten también retos relevantes y múltiples matices que conviene analizar. Dedico el texto de hoy a revisar lo conseguido hasta este momento y los desafíos que empiezan a delinearse con mayor claridad respecto a lo que viene.

1. Hay un cese al fuego entre Israel y Hamás que, hasta el momento de escribir estas líneas, se ha sostenido y parece estabilizarse. El ejército israelí ha efectuado un repliegue parcial de sus posiciones, lo que ha permitido que cientos de miles de personas comiencen a regresar a sus localidades en Gaza. Asimismo, empieza a fluir una cantidad de ayuda humanitaria que no se había visto desde enero o febrero de este año. Paralelamente, han sido liberados todos los rehenes israelíes con vida que permanecían en manos de Hamás, y ha comenzado también la liberación de cientos de palestinos detenidos en cárceles israelíes.

2. Nada de lo anterior debe subestimarse. No solo por el valor que tiene en sí mismo un cese al fuego, sino porque éste implica concesiones que hasta hace poco parecían inalcanzables. Por ejemplo, Hamás aceptó liberar al 100 % de los rehenes israelíes con vida —su última y más poderosa carta de negociación respecto a su futuro— sin haber obtenido el repliegue total del ejército israelí, como originalmente exigía. Al mismo tiempo, Netanyahu se ha visto obligado a moderar sus metas de “victoria total” y de “destrucción completa de Hamás”, que había prometido reiteradamente.

3. Esto significa que, en efecto, Trump y su equipo —incluido su negociador en jefe, Steve Witkoff, con el apoyo de su yerno Jared Kushner— están logrando lo que desde octubre de 2023 nadie había conseguido: empujar a ambas posturas extremas —la de Hamás y la del gobierno israelí— hacia zonas de posible acuerdo.

4. Tal vez esto sería impensable sin considerar el nivel de influencia que Trump ejerce sobre Netanyahu. Tras haberle otorgado durante meses prácticamente un cheque en blanco para operar con alta intensidad tanto en Gaza como en otros frentes, el presidente estadounidense terminó claramente por ponerle un alto al primer ministro israelí. Según lo que se sabe, hace algunos meses Netanyahu habría ofrecido a Trump derrotar a Hamás mediante una intensificación de la ofensiva en Gaza. Trump accedió entonces a posponer sus iniciativas de negociación y concederle el beneficio de la duda, con un plazo que concluiría hacia finales de este año.

5. Sin embargo, tras varios meses sin que Hamás cediera en sus posturas, dos acontecimientos resultaron decisivos para que Trump resolviera hacer todo lo necesario para detener la guerra. El primero fue el bombardeo israelí contra el liderazgo de Hamás en Qatar, del cual Trump se enteró cuando ya estaba en curso, sin posibilidad de impedirlo. Este ataque israelí no solo le exasperó, sino que le hizo sentir que la situación se estaba saliendo de su control. El segundo fue la intensa actividad diplomática durante la Asamblea General de la ONU en septiembre, donde líderes de países árabes aliados de Estados Unidos —a quienes Trump valora especialmente— lo convencieron de que el fin de la guerra no podía seguir postergándose. Solo una acción coordinada, en la que Trump presionara con fuerza inédita a Netanyahu mientras ellos hacían lo propio con Hamás, podría lograrlo. Así se gestó el acuerdo de la primera fase que hoy comienza a materializarse.

6. Dicho todo eso, la realidad es que el plan de Trump consta de 20 puntos que van mucho más allá del cese al fuego temporal, el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos o el ingreso de ayuda humanitaria a Gaza. Incluye cuestiones mucho más complejas, como la transición de gobierno en la Franja, la retirada total del ejército israelí hacia un perímetro de seguridad, y la creación de “una vía creíble hacia la autodeterminación y la condición de Estado palestino”. Todo ello estaría condicionado al desarme de Hamás —y de otras agrupaciones militantes de las que se ha hablado poco—, así como al exilio o amnistía de sus miembros.

7. En el círculo cercano a Netanyahu, sin embargo, la interpretación dominante es que no existe ningún acuerdo concreto para una fase 2. Israel ha logrado la liberación de los rehenes y mantiene libertad de operación dentro de la Franja. Por ello, como señala Shira Efron, de la RAND Corporation, aunque no se reanuden los combates a gran escala, el ejército israelí podría continuar atacando donde perciba amenazas.

8. En el caso de Hamás, parece haber una lógica comparable. Aunque el grupo tuvo que renunciar a su mayor carta de negociación —la liberación total de los rehenes—, se niega al desarme y busca recuperar el control efectivo sobre la fuerza en Gaza, lo que ha resultado ya en confrontaciones internas entre esa organización y otras milicias y clanes locales. La capacidad militar de Hamás podría mantenerse incluso si la administración civil pasa a manos de un órgano tecnocrático, como parte del esquema impulsado desde Washington.

9. En otras palabras, más allá de cómo Trump presenta el acuerdo, la realidad parece ser que Netanyahu terminó aceptando una versión reducida de su promesa original: logró la liberación de los rehenes, pero al costo de permitir la supervivencia de Hamás. A cambio, Israel conservaría la posibilidad de seguir atacando a la organización mediante operaciones selectivas en Gaza y Cisjordania, una estrategia similar a los ataques periódicos que mantiene contra Hezbollah en el Líbano. Hamás, por su parte, obtiene un cese al fuego que le ofrece el tiempo y el margen necesarios para reacomodarse, reforzar su control interno y redefinir su estrategia de resistencia en caso de una reanudación futura de las hostilidades.

10. Este escenario se aproxima al segundo de los que había planteado en mi texto anterior: acuerdos parciales en etapas posteriores de negociación. Bajo esa lógica, Hamás podría aceptar entregar su armamento ofensivo, pero conservaría su capacidad defensiva, lo que supondría la continuidad de múltiples células armadas tanto en Gaza como en Cisjordania, un aspecto que el plan de Trump aún no aborda. En principio, el cese al fuego se mantendría, pero con el tiempo podrían resurgir enfrentamientos asimétricos —ataques selectivos contra militares o civiles israelíes— que provocarían represalias de diversa intensidad. Israel, a su vez, podría optar por mantener de manera preventiva operaciones de baja escala para contener a Hamás antes de que el conflicto vuelva a escalar.

11. Paralelamente, mientras estas dinámicas avanzan, la reactivación diplomática en la región vuelve factible la creación de los tres órganos propuestos por Trump. El primero sería un ente local encargado de la administración civil en Gaza; el segundo, un cuerpo regional de seguridad que deberá aprender a coexistir con las células armadas de Hamás y con los posibles ataques israelíes derivados de la implementación parcial del plan; y el tercero, un organismo internacional presidido por el propio Trump, responsable de coordinar la reconstrucción y las siguientes etapas hacia una eventual autodeterminación palestina.

En síntesis, los avances son significativos y merecen reconocimiento, pero el proceso dista de estar concluido. Será necesario un seguimiento cercano y constante para evaluar con precisión los logros alcanzados y los desafíos que todavía se avecinan.

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