La presidenta Claudia Sheinbaum aún evalúa la posibilidad de viajar en los próximos días a su segundo evento internacional de peso: la Cumbre del G7. El escenario económico y político obliga a la mandataria a participar en esa reunión de alto nivel para cabildear con Donald Trump el retiro de aranceles a productos mexicanos, así como combatir el impuesto a las remesas y también las redadas contra migrantes. No obstante, se percibe todavía una tendencia de ceñirse a los lineamientos del gobierno pasado, en el que la política interna era prácticamente lo único que importaba.
En noviembre del año pasado Sheinbaum ya había demostrado su interés por participar en estos eventos del mundo globalizado. Tuvo una destacada participación en Río de Janeiro, Brasil, durante la Cumbre del G20, hasta donde llevó el mensaje de defensa de la entonces incipiente y lejana reforma y elección judicial. Los líderes mundiales escucharon que México había puesto en marcha un “gran proceso democrático”.
Ahora también será necesaria una explicación del resultado de ese “proceso democrático” ante las naciones con mayor peso económico y político del mundo, en especial luego de que se ha esparcido globalmente la versión de que los principales integrantes del próximo sistema judicial en el país se definieron en las cúpulas de Morena y se transmitieron a la estructura de votación a través de los llamados “acordeones electorales”.
Más que lo anterior, urge que la titular del Ejecutivo se encuentre finalmente de frente con Donald Trump para negociar los intentos del gobierno mexicano por eliminar el arancel del 50% que se impuso a partir de la semana pasada a los productos de acero y aluminio. Al parecer ya no son suficientes los reportes de llamadas telefónicas y los constantes viajes a Washington del secretario de Economía, Marcelo Ebrard.
Es momento de que Sheinbaum haga valer esos elogios que ha recibido del presidente Trump y consiga un resultado histórico, o por lo menos que logre capitalizar ese gran porcentaje de aceptación y respaldo popular que mantiene en el país.
También es imperiosa su visita a Alberta, Canadá, donde será el G7 del 15 al 17 de junio, para sacudirse esa noción de que el poder real de México se encuentra más hacia el sureste del país. Que no sea eso lo que haga dudar a la presidenta de aceptar la invitación que le extendió el primer ministro de Canadá, Mark Carney, quien ahora ostenta la presidencia del grupo que integra también a Alemania, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos.
En México hay indicios de que los operadores que dejó colocados Andrés Manuel López Obrador en el gabinete y en Morena cada vez toman más fuerza, aunque no están dando los resultados esperados. Los ecos de la elección judicial, principalmente por la llegada de Hugo Aguilar a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, hacen pensar que las decisiones las tomó el reaparecido expresidente, aunque su respaldo hacia Sheinbaum también denota que, más que con su hijo Andrés Manuel López Beltrán, el exmandatario sigue confiando más en quien la sucedió en el poder.
Por ello el viaje a la reunión del G7 es una oportunidad para Sheinbaum de demostrar independencia y, nuevamente, ese liderazgo de talla internacional que requiere un país económicamente integrado a sus vecinos del norte.
El combate a la pobreza también se ve afectado por la imposición de gravámenes a las remesas, además de las redadas y deportaciones masivas que al parecer Trump ahora sí está dispuesto a hacer, sobre todo tras las burlas de las que ha sido objeto con el famoso TACO (Trump Always Chickens Out).
También resulta indispensable, como parte de esta posible participación en una de las cumbres más importantes a nivel mundial, que se aparezca con más frecuencia el canciller Juan Ramón de la Fuente, cuya labor no ha sido muy visible, a pesar de que se auguró en su momento, cuando figuró como cabeza del equipo de transición, que sería uno de los “hombres fuertes” de Sheinbaum.
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A la luz de los malos resultados que obtuvo Morena en las recientes elecciones de Veracruz y Durango, en otros estados como Quintana Roo la marca ya tampoco representa una garantía para asegurar el triunfo, como fue en la pasada elección donde ganó sin el menor problema la actual gobernadora Mara Lezama.
Hoy las cosas son distintas: ni Mara Lezama tiene la misma fuerza, además de que arrastra varios negativos por la violencia e inseguridad que priva en el estado, así como por las grandes sospechas de corrupción dentro de su gobierno. Además, hay pugnas políticas entre morenistas y los del Partido Verde. La pelea por este estado incluso amenaza la prevalencia de la alianza a nivel nacional entre Morena y el PVEM.
Si bien hay una larga lista de aspirantes, dos personajes puntean en las encuestas para pelear la candidatura por el gobierno del estado: Rafael Marín Mollinedo, hombre muy cercano al expresidente López Obrador y a la actual mandataria Claudia Sheinbaum, y la diputada federal y exsenadora, Marybel Villegas, quien ya fue precandidata en la pasada elección al gobierno del estado.
A la gobernadora no les gusta esa dupla. Lezama tiene claro que Marín Mollinedo regresó de Suiza no solo para tomar el control de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), sino para catapultarse a la candidatura por Quintana Roo. Tampoco comparte afinidades con Villegas como sí con su exsecretario de Finanzas y actual senador por Morena, Eugenio Seguro.
Mara Lezama sabe que va en desventaja con sus delfines, más allá de si se determina que tendrá que ser hombre o mujer el candidato. Sus propias encuestas internas le dan la ventaja a Rafael Marín y a Marybel Villegas, respectivamente. El problema es que no es solo la gobernadora, sino el llamado poder detrás del trono: Jorge Emilio González, el “Niño Verde”, quien se ostenta como amo y señor de ese muy rentable pedazo del sureste mexicano.
Posdata 2
El sistema de salud mexicano muestra indicios de colapso por la falta de insumos en las unidades de atención médica. A las múltiples denuncias ciudadanas por el desabasto de fármacos ahora se suman imágenes que circulan en redes sociales de pacientes de una clínica del IMSS en Tehuacán, Puebla, atendidos en el piso por la falta de camillas.
Las versiones que provienen desde diferentes delegaciones del instituto que dirige Zoé Robledo coinciden en que tienen las manos amarradas para hacerse de equipo y materiales, esto porque las instrucciones de los mandos superiores obligan a que todas las compras se hagan desde el centro del país, aprovechando el poder de negociación que tendría Birmex por la gran cantidad de recursos que se le han asignado.
El problema es que el organismo comprador que ahora lleva Carlos Ulloa sigue dando muestras de incapacidad; no sólo por la megacompra que ya le echó para atrás la Secretaría de Anticorrupción y Buen Gobierno de Raquel Buenrostro, sino porque en un nuevo intento de conseguir proveedores tuvo que declarar desiertas la semana pasada, una tercera parte de las casi 600 claves que puso en licitación.
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Y a propósito de Puebla, llamó mucho la atención el empeño con el que el gobernador Alejandro Armenta difundió este fin de semana la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum para inaugurar dos torres de especialidades del Hospital de la Niñez Poblana, luego de los rumores de que había un distanciamiento entre ambos por los recientes excesos y escándalos del mandatario estatal.
De entrada, es sabido que en el gobierno de esa entidad suelen responder de mejor manera a las indicaciones que le mandan desde el Congreso de la Unión, es decir de Adán Augusto López y Ricardo Monreal, que las que provienen Palacio Nacional. El proceso judicial de la semana pasada fue un ejemplo de esa premisa.
Pero sobre todo los escándalos que persiguen a su jefe de Gabinete, José Luis García Parra, habían puesto en una posición difícil a Armenta frente a Sheinbaum. El apodado “Choco” es señalado como el responsable de convencer al gobernador de financiar con recursos públicos una película en la que participa su famosa amiga Belinda, además del propio hijo del mandatario poblano.
@MarioMal