La legitimidad es la aceptación generalizada de una autoridad, institución o norma como válida y justa. No es una etiqueta que se impone desde arriba sino una relación dinámica con la sociedad y todos los días se construye con acciones que inspiran confianza generando consenso y demostrando compromiso con el bien común.
El estrepitoso fracaso en la elección judicial desnuda varios factores importantes para las tribus de Morena; en primer lugar, que la Corte del acordeón fue toda una simulación que ya enciende los focos internacionales del riesgo país que representa México. En segundo lugar, que el pueblo bueno y sabio no avaló la farsa de lo que sería la narrativa del “éxito democrático” y en tercer lugar, la implosión de las organizaciones criminales que ya no reciben abrazos afectaron ese pacto electoral que tanto los favoreció en el pasado reciente.
El abstencionismo de más del 87% y la cifra de que sólo cerca de 9.8 millones de votos son válidos, muestran datos inequívocos de la caída libre que resta toda legitimidad.
El dilema del resultado adverso más allá del ajuste de cuentas interno (¿otro más?) coloca al régimen de Sheinbaum en una posición muy complicada (¿otra más?) frente a los Estados Unidos.
La irresponsabilidad de haber llevado un berrinche a sus últimas consecuencias curiosamente tendrá consecuencias extremas y negativas contra esa burbuja en el poder que sufre de delicadas divisiones que no pasan desapercibidas.
La señal interna y externa que envía el gobierno de Sheinbaum es que el Poder Judicial está capturado, controlado, influenciado y subordinado, lo que conlleva a fortalecer el relato internacional de la corrupción sistémica, la nula rendición de cuentas, el retroceso democrático y la concentración de poder.
Con estos ingredientes en la carta de presentación mexicana se desmorona el Estado de derecho —ya de por sí muy mermado— y la confianza.
Sin esta última no se puede avanzar en ningún sentido. La sociedad se vuelve disfuncional, el régimen pierde legitimidad, la economía se enfría y el desarrollo se bloquea. La confianza es el cemento del progreso colectivo; sin ella las estructuras se agrietan y colapsan.
Los tiempos de caos que se avecinan ameritan una prospectiva para estar preparados con respuestas ante los futuros posibles. No es casualidad el embate de Trump contra Sheinbaum como parte de su estrategia política y de su personalidad profundamente arraigada basada en la confrontación y el uso del conflicto como ventaja. El fiasco de la elección judicial mexicana le da elementos de sobra para radicalizar a su base y condicionar su entorno institucional. En la mesa de negociaciones con México estará la reforma judicial y los botones que detonarán su estrategia del caos controlado.
Las pinzas estadounidenses le cierran el oxígeno a Sheinbaum mientras intenta decretar con maromas la legitimación del acordeón de la derrota.
La dinámica de alta tensión donde las reglas están cambiando rápidamente y las decisiones se cargan de consecuencias impredecibles están superando la capacidad de gestión y la distancia crítica de todos los protagonismos morenos.
Una auténtica bomba de tiempo para el joven régimen.
@GomezZalce
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