Maite Azuela

Si hubiéramos llegado todas, las defensoras estarían protegidas

Desde el 1 de octubre de 2024, cuando Claudia Sheinbaum asumió la Presidencia de México, una frase se instaló con fuerza en el discurso público: “Es tiempo de mujeres. Llegamos todas”. La consigna corre en redes, en declaraciones oficiales, en carteles. Y sí, es cierto que la llegada de la primera mujer a la Presidencia rompió un techo de cristal que parecía inquebrantable. Nadie lo niega. Pero repetir que “llegamos todas” no solo es una exageración, es una mentira peligrosa. Invisibiliza a las mujeres que no han llegado, y peor aún, a quienes han sido sistemáticamente marginadas, violentadas o asesinadas por atreverse a luchar.

Porque mientras unas se celebran en los salones del poder, otras siguen arriesgando la vida para defender derechos humanos, buscar desaparecidos, denunciar impunidad o exigir justicia. Es tiempo, sí, pero no para todas.

En ese contexto, la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús nombró a María Luisa Aguilar Rodríguez —“Malú”, como se le conoce— como directora del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh). No es menor: en 37 años de historia, el Prodh nunca había sido dirigido por una mujer. Veintisiete de esos años estuvo a cargo de sacerdotes jesuitas. Diez más, por laicos varones. El nombramiento de Malú es una señal de cambio, pero también un acto de justicia para quienes han sostenido históricamente el trabajo de defensa desde los márgenes.

Malú lo tiene claro: “Es también un reconocimiento a las muchas mujeres defensoras de derechos humanos que durante todas estas décadas hemos sido parte de la construcción de este Centro”.

Pero no se trata solo de ocupar el cargo. Malú asume la dirección del Prodh en un país que se debate entre la transformación prometida y las violencias persistentes. Reconoce que hay avances, pero sin romantizar el contexto: “Los grandes retos para las defensoras están en ser capaces de reconocer el gran avance que es —para un país tan profundamente machista como México— en términos de participación política y en términos de que esto posibilita algunos avances en la agenda de combate a las desigualdades; sin que eso suponga dejar de señalar políticas que tienen un impacto negativo desproporcionado en las mujeres, como las que identificó recientemente el Comité CEDAW”.

El organismo que ahora encabeza ha puesto en el centro los impactos diferenciados de las violaciones graves a derechos humanos en las mujeres. “Y para mí es muy relevante poder continuar profundizando en estos en los próximos años”, afirma.

Uno de esos desafíos sigue siendo la crisis de desapariciones que sacude al país y que se ha vuelto, al mismo tiempo, una crisis de búsqueda. Malú no esquiva la realidad: “Frente a la carga exacerbada que enfrentan las madres, hijas, hermanas, que buscan a un ser querido es necesario seguir visibilizándolas, distinguiendo cómo enfrentan discriminación desde el momento de su denuncia, cómo suman cargas de cuidado ante las desapariciones y además enfrentan riesgos incluso letales al realizar las acciones de búsqueda que no realiza el Estado”.

La denuncia no es aislada. El martes pasado, Amnistía Internacional México —dirigida también por una mujer, Edith Olivares— presentó el informe “Desaparecer otra vez: violencias y afectaciones que enfrentan las mujeres buscadoras en México”. Las cifras estremecen: 97% de las mujeres buscadoras han enfrentado violencia, amenazas, asesinatos, desplazamiento, criminalización, violencia sexual, institucional y estigmatización. Las cifras confirman lo que ellas ya sabían: buscar en México también es un acto de resistencia contra el Estado.

Organizaciones como el Centro Prodh, Amnistía, CEDHEM, CADHAC, Tlachinollan, Fray Julián Garcés, Mujer y Utopía, Consorcio Oaxaca, la Red Solidaria o CIMAC están conformadas, en su mayoría, por mujeres que defienden sin reflectores. Lo hacen en territorios hostiles, sin escoltas, sin presupuesto, sin impunidad. Mujeres que también merecen decir: aquí estamos. Nos toca.

Tal vez haya que reformular la consigna: no es tiempo de todas. Es tiempo de visibilizar a quienes no han llegado. Escucharlas. Reconocerlas. Y acompañarlas. Solo así podremos decir, con verdad y sin cinismo, que es tiempo de mujeres.

@MaiteAzuela

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