Una tormenta “sin precedentes” azotó la noche del sábado 27 de septiembre la Ciudad de México. Amplias zonas de cuatro alcaldías quedaron bajo el agua. Corrieron imágenes del desastre: vehículos cubiertos por el agua, verdaderos torrentes en las calles, que dejaron “múltiples” vehículos atrapados en vialidades completamente anegadas.
A la altura del Puente de la Concordia, la calzada Ignacio Zaragoza se convirtió en un río. Cayeron árboles y postes de energía eléctrica. El gobierno capitalino reportó 68 “encharcamientos”, que es el nombre que la 4T le da a las inundaciones.
Vialidades como el Eje 6 Sur y el Eje 8 Sur, entre otras de Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza y Tláhuac, quedaron anegadas.
El aeropuerto y el Metro colapsaron. El drenaje de la ciudad se hallaba al límite. En todos los rumbos se detectaron coladeras rebasadas. En 20 colonias de Iztapalapa, decenas de viviendas, con “encharcamientos” de más de hasta metro y medio, resultaron afectadas.
Se dice que cayeron 30 millones de metros cúbicos de agua: unos 30 mil millones de litros. Se comenzó a hablar de una lluvia “histórica”, la peor desde 1991.
En junio y julio de 1991 se dieron, en efecto, los registros de precipitación pluvial más altos de que se tiene memoria en la capital: 281.9 ml en junio; 357.5 mil en el mes de julio.
Llovió más en 1991 que en la tormenta del 27 de septiembre de 2025. Aquella vez se desbordó el Río Churubusco, se paralizó el sistema de transporte, cientos de viviendas resultaron dañadas y miles de personas tuvieron que ser evacuadas.
Pero el caos y los daños fueron menores durante las lluvias de aquel año, lo cual es explicable debido al caótico crecimiento y hundimiento acelerado de la ciudad.
En 1991, Santa Martha Acatitla, la Unidad Habitacional Vicente Guerrero y Ejército de Oriente encabezaron la lista de las colonias más afectadas. 34 años más tarde, exactamente esas mismas colonias resintieron el mayor impacto durante la inundación.
Hace 15 años, en 2010, un estudio del Instituto de Geografía de la UNAM, realizado por dos especialistas del Departamento de Geografía Física –Mónica Vera Pérez y Jorge López Blanco–, señaló que debido a los hundimientos, la inclinación del terreno, la falta de capacidad de los colectores y de mantenimiento del drenaje, 68% del relieve plano de Iztapalapa se hallaba en peligro de sufrir inundaciones.
De 17 colonias evaluadas, ocho estaban en “un nivel muy alto de peligro de inundaciones”. En esa lista, donde algunas colonias sufrían entre 10 y 20 inundaciones cada año, aparecieron Santa Martha Acatitla, la Unidad Habitacional Vicente Guerrero, Santa María Aztahuacán, San Lorenzo Xicoténcatl y Desarrollo Urbano Quetzalcóatl.
El estudio subrayó que en esas colonias “no existe relación funcional de cierta cantidad de lluvia para que se produzca un tirante de inundación determinado”. Es decir, subrayó que las inundaciones no dependían tanto de las lluvias “históricas” como de la falta de capacidad de los colectores y de la falta de mantenimiento del drenaje.
El sábado pasado, en las colonias arriba mencionadas, las coladeras se desbordaron y el agua entró en cientos de casas.
Tras el desastre del sábado, la presidenta Claudia Sheinbaum intentó en su “mañanera del pueblo” echar mano de un tono sarcástico: “Algunos medios, un periodista, no voy a decir su nombre, que dice que la culpa de que se haya inundado el oriente es de los gobiernos de Morena. O sea, igual los gobiernos de Morena debieron haber sido los culpables de la inundación de España o de la inundación de Texas o de las inundaciones que ha habido en todos los lugares del mundo”.
Pues con la pena, como dice el clásico, pero resulta que el grupo político al que pertenece Sheinbaum lleva casi 30 años gobernando la ciudad, y resulta también que la hoy jefa de gobierno Clara Brugada gobernó durante lustros la alcaldía Iztapalapa.
Es decir, que la Presidenta tiene razón. Que Morena no es culpable de la inundación de España ni de la inundación de Texas, ni de ninguna de las inundaciones que ha habido en todos los lugares del mundo.
Nada más es responsable de las redes del drenaje que hace muchos años cumplieron su vida útil, de la eterna falta de mantenimiento, del pésimo manejo de la basura que tapa las alcantarillas, de no hacer nada para paliar el grave hundimiento de la ciudad, y de no hacer nada por aprovechar el agua de lluvia. Y sobre todo, de tener montada la ciudad sobre un drenaje diseñado hace más de 50 años.
Pero fuera de eso los gobiernos de Morena son inocentes de lo que pasa en el mundo. Faltaba más. La inundación del sábado, en realidad, solo es culpa del cielo.
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