Jorge estuvo 10 años 7 meses y 15 días en la cárcel. Ingresó a Barrientos el 7 de marzo de 2014, y el 23 de julio de 2017 fue trasladado a Tenango del Valle donde terminó de cumplir su condena el 22 de octubre de 2024. Recuerda las fechas con una precisión que solo tienen quienes han vivido durante años contando los días y las horas. En prisión participó en el programa Knockout: No Tires la Toalla, donde se certificó como entrenador de boxeo y logró reconciliar pasado y presente. Su liderazgo y compromiso le valieron el respeto de compañeros y le permitieron ejercer como profesor en los últimos años de su condena.

Desde su liberación ha buscado empleo formal sin éxito. Ha sido entrevistado para trabajar como guardia de seguridad o en la industria alimentaria, y también ha intentado acceder a puestos en gimnasios aprovechando su experiencia como boxeador. Cuenta sobre su última entrevista laboral: “Me preguntaron mi nombre, si estoy casado y si tengo dependientes económicos. La mamá de mis dos hijas se fue hace muchos años y respondí que busco dinero para mantenerlas y darles una buena educación. Cuando me pidieron los documentos, entregué originales y copias y me dijeron que faltaba la carta de no antecedentes penales. Les dije la verdad, no me gusta mentir. Vengo saliendo de prisión y no cuento con ese documento, pero me urge el trabajo para sacar a mi familia adelante. Me dijeron que el único detalle era la carta de antecedentes no penales. Comentaron que me llamarían, pero esa llamada nunca llegó. Volví a presentarme y se disculparon porque el puesto ya lo había ocupado otra persona sin antecedentes. Les dije que muchas gracias y los llené de bendiciones, porque sé que en algún momento me va a tocar a mí”.

Tristemente, ese diálogo se ha repetido una y otra vez en numerosas entrevistas a lo largo de los últimos meses. A veces la familia de Jorge no tiene qué comer, él recoge botellas y junta fierros para ganar unas monedas, o barre las entradas de algunas casas a cambio de una tacita de frijoles o de tortillas. “Cuando digo que estuve en la cárcel me miran de arriba a abajo y se siente feo, pero el que persevera alcanza y no tiraré la toalla hasta el final”. ¿Y no te han invitado a delinquir? “Claro, desde antes de salir ya tenía ofertas de ese tipo, pero lo mío no es por ahí. Estar en prisión me enseñó a trabajar, aprendí a hacer artesanías, a jugar ajedrez... hay personas que cambian y ese es mi caso”.

De acuerdo con el Instituto de Reinserción Social de CDMX solo el 5% de las personas liberadas de prisión consigue empleo formal; el 20% se dedica al comercio informal y el 75% restante no encuentra trabajo. Esto disminuye drásticamente sus posibilidades de reinserción en la sociedad: según el INEGI, una de cada cinco personas en prisión ya había sido juzgada por un delito anterior.

Aunque es una práctica común, exigir la carta de no antecedentes penales para acceder a un empleo vulnera derechos constitucionales. Constituye una forma de discriminación, infringe el derecho al trabajo y dificulta la reinserción social de quienes ya han cumplido su condena.

La prisión es una de las formas en las que el Estado sanciona a quienes han cometido un delito, con la promesa de una eventual reinserción. Una vez cumplida la condena, la deuda con la sociedad debe considerarse saldada. La exclusión laboral prolonga el castigo más allá de lo legal y lo ético, pero además debilita el principio de reinserción social consagrado en el artículo 18 constitucional. Negar una segunda oportunidad es desconocer la capacidad humana de cambio y alimentar la reincidencia que en principio se busca combatir.

Quienes salen de prisión enfrentan un entorno hostil: muchas veces vuelven a los contextos que los empujaron a delinquir y a menudo internalizan nuevas conductas delictivas dentro del penal. Cuando, pese a todo, deciden reconstruir su vida, encuentran en su camino un muro de estigma, exclusión laboral y marginación social. La sociedad y el Estado tienen la obligación de generar entornos que ofrezcan oportunidades reales; de lo contrario, presionan hasta la desesperación sin brindar salidas, perpetuando así el ciclo de reincidencia.

@EuniceRendon

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