Qué zarandeada le puso el abogado de Ovidio Guzmán a la presidenta Sheinbaum. Le dijo que actúa como la publirrelacionista de Ismael “El Mayo” Zambada.

¿Se la ganó la presidenta? Sí y no. ¿Es injusto tildarla de ser “publirrelacionista, el brazo de relaciones públicas de la organización de narcotráfico de Zambada”? Sí y no.

Es injusto porque el gobierno de Claudia Sheinbaum no es una narcopresidencia. No hay hasta el momento evidencia de que ella o su gabinete tengan vínculos con el crimen organizado. De hecho, desde que llegó al poder, su gobierno ha mantenido una línea más firme contra el crimen con golpes espectaculares, destrucción de narcolaboratorios, extradición de capos y arrestos, como nunca los vimos en el sexenio anterior. Pero el problema es otro.

El problema es que Sheinbaum tiene el compromiso político de cubrirle la espalda a López Obrador. Y ahí se vuelve cómplice de un narcogobierno. Se vuelve cómplice del “abrazos no balazos” y empantana la narrativa de su propia política de seguridad con tal de no traicionar el relato de su antecesor.

Muchos de los problemas que enfrenta México se disolverían si la presidenta fuera capaz de pronunciar una sola frase: “El gobierno anterior no actuó contra los narcos, nosotros sí lo estamos haciendo”.

Ya no tendría Trump argumento para sus aranceles, ni Marco Rubio para sus críticas, ni Kristi Noem para sus acusaciones, menos Pam Bondi para sus denuncias. Se le acabaría la gasolina al abogado de Ovidio, al Departamento del Tesoro, a la DEA, al FBI y a la CIA. No haría falta pasarse las mañaneras lamentando el maltrato, diciendo que es injusto, mentiroso e irrespetuoso.

Pero no. Como la presidenta es incapaz de decir la verdad, padece el país y padece ella. Prefiere abrocharse el gafete de Pi-Ar del narco, de gerente de relaciones públicas de criminales, que tomar la mínima distancia de López Obrador. Y se siente obligada a repetir a su jefe político. Como la defensa del Mayo Zambada por la manera en que fue sustraído de México y llevado a Estados Unidos. Solita se pone vulnerable para que el abogado de Ovidio la zarandee.

Más aún, si cuando sale a defenderse, indignada, lo hace al lado del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, quien encarna los pactos del gobierno con los narcos. Y al hacerlo, ratifica lo que para ella es más importante: el pasado tiene blindaje.

Aunque quede como la Pi-Ar.

historiasreportero@gmail.com

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