En el país donde se respeta la libertad de expresión no despiden a ningún periodista porque eso es lo que quieren en Palacio Nacional. En el país donde se respeta la libertad de expresión, los medios de comunicación no sustituyen analistas críticos con voces que militan en el régimen. En el país donde se respeta la libertad de expresión no se amenaza ni a periodistas ni a dueños de los medios. En el país donde se respeta la libertad de expresión, si hay un escándalo que exhiba a la cúpula del régimen, se habla de él en todos los medios de comunicación. En el país donde se respeta la libertad de expresión, los medios de comunicación críticos son mayoría, no excepción.

En el país donde se respeta la libertad de expresión los dueños de los medios de comunicación no son socios del régimen. No son comprados con multimillonarios contratos en sus negocios paralelos a cambio de que las líneas editoriales de sus medios se mantengan —sin necesidad siquiera de una llamada telefónica— alineadas con el discurso oficial.

En el país donde se respeta la libertad de expresión no se alienta la violencia contra los periodistas. Si alguien se atreve a cometer un crimen contra un periodista, se investiga y se castiga. No queda impune. En el país donde se respeta la libertad de expresión si a un periodista le decoran a balazos la camioneta blindada, no se justifica a los sicarios desde Palacio Nacional ni se estigmatiza a la víctima del atentado.

En el país donde se respeta la libertad de expresión no se inventan periodistas y medios de comunicación, financiados y promovidos desde el poder, para defender a ciegas la narrativa oficial y atacar a cualquiera que se atreva a cuestionarla. No se usan los medios de comunicación del Estado como instrumentos de partido. En el país donde se respeta la libertad de expresión, no se fingen conferencias de prensa en donde el 90% de las preguntas las hacen periodistas afines.

En el país donde se respeta la libertad de expresión no se usa el derecho de réplica como un derecho de calumnia. No se insulta, agrede, hostiga ni estigmatiza a periodistas críticos. No se revelan sus direcciones personales. No se publican sus supuestos ingresos para ofrecerlos como apetitoso banquete a las bandas de secuestradores. En el país donde se respeta la libertad de expresión no se utilizan las instituciones creadas para combatir el lavado de dinero para hurgar en las finanzas de dueños, directivos, periodistas y medios críticos al régimen. No se abren procesos penales contra quienes denuncian irregularidades ni se realizan conferencias de prensa en Palacio Nacional dedicadas a criminalizar a quienes no se alinean. No se amenaza a anunciantes para que no inviertan en medios críticos ni se asfixia con el SAT a los que no se doblen.

En el país donde se respeta la libertad de expresión no se usa a los jueces para ordenar que medios y periodistas desaparezcan sus contenidos. No se propone siquiera al Congreso una ley que otorga al gobierno la facultad directa de desaparecer medios de comunicación, apagar redes sociales y bajar plataformas digitales. No se inventa el delito de ciberasedio para blindar a los gobernantes de la crítica. Ni se usa la “violencia política de género” como un arma para encarcelar y multar a periodistas, desaparecer medios y cancelar carreras.

En el país donde se respeta la libertad de expresión no tiene que salir la presidenta cada dos días a aclarar que no hay censura porque cuando no la hay, la libertad se ejerce, y se sabe.

SACIAMORBOS

Corrijo un error en la columna de ayer. El párrafo sobre Ronald Reagan debe decir:

Ronald Reagan vendió armas ¡a Irán! violando su propio embargo para financiar a los Contras y derrocar al gobierno sandinista. El líder sandinista Daniel Ortega es hoy el dictador de Nicaragua. Reagan también quiso aniquilar a Muammar Gaddafi en 1986 con bombardeos aéreos. Gaddafi gobernó casi 30 años más.

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