Álvaro Bardales

Xantolo 2025; el cielo lloró por la Sierra y la Huasteca

Álvaro Bardales
31/10/2025 |01:35
Alvaro Bardales
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Dicen los viejos que cuando el cielo llora en vísperas de Xantolo, es porque los muertos anuncian su regreso con lágrimas de advertencia, este año, la Sierra Madre y la Huasteca fueron testigos de un llanto que no cesa: la lluvia no fue una simple tormenta, fue un clamor para que México vea estos pueblos, llora el cielo porque su Sierra y Huasteca está herida, llora porque la tierra que siempre canta, hoy apenas puede respirar.

En esta temporada sagrada, donde las almas visitan los altares y las máscaras bailan al compás del violín y la jarana, muchos pueblos no podrán encender sus velas ni desplegar sus danzas, las calles de Zacualtipán, Tepehuacán, Tianguistengo, Molango, Huehuetla, Huautla, Yahualica, Xochiatipan, Tlanchinol y Calnali, se convirtieron en ríos; las casas, en refugios de silencio.

El agua se llevó caminos, cosechas, y en algunos lugares, la esperanza misma, todos serranos y huastecos lloran en silencio, lloran donde nadie los ve, lloran del milenario abandono, pero también de alegría reprimida al ver el esfuerzo y solidaridad de tanta gente que en medio del lodo llegan con los víveres para comer hoy y medicinas para la curación, porque mañana la naturaleza humana, Sierra y Huasteca muy pronto volverá a florecer.

Solo unos cuantos, San Felipe, Huazalingo, Jaltocán, Huejutla, Atlapexco, mantienen viva la flama del Xantolo en espacios abiertos, no celebran por alegría, por deber, porque en cada tambor que suena hay una oración, y en cada máscara que sonríe, un intento por espantar la tristeza, son pueblos guardianes de la memoria, que aun con el barro hasta las rodillas, levantan altares con flores empapadas y pan recién horneado, como un desafío al olvido.

Este año todas las casas de pie, secas de la Sierra y Huasteca tendrán sus veladoras en una mesa, tal vez alcance solo una vela y un pedazo de pan, pero no olvidarán a sus muertos de antes y de hoy, porque la fiesta grande no dejará de existir.

El Xantolo no es una fiesta turística; es un acto de resistencia espiritual, es la forma en que la Sierra y Huasteca conversa con la muerte, pero también con la vida, por eso duele verla así: anegada, incomunicada, esperando auxilio, la lluvia no distingue entre los que tienen y los que no, pero el abandono sí.

Hoy, más que nunca, el país debe escuchar el llanto de la Sierra y la Huasteca, no es solo agua lo que cae: son siglos de cultura que piden no ser sepultados bajo el lodo, las comunidades necesitan puentes, caminos, víveres… pero hay algo más que necesita la “Tlali Nantli“ (Madre Tierra) es respeto, presencia, compromiso.

Cuando calme la tormenta y el sol vuelva a calentar la tierra, los huastecos volverán a bailar, porque el Xantolo no muere: se transforma, se refugia, se espera, y aunque el cielo llore, el pueblo sigue encendiendo sus velas, una por cada alma, una por cada casa perdida, una por cada sueño que resiste.

Que estas lluvias no borren la memoria ni la fe. Que el Xantolo de este año sea un llamado, una plegaria que ascienda entre la neblina y el incienso: la Madre Tierra no pide compasión, pide ser escuchada.

Lloró el cielo sobre la sierra, como si el alma del monte gimiera, como si el río buscara consuelo entre los brazos del trueno y del suelo, llora el Xantolo en su altar mojado, la flor cempasúchil naufrago, el copal se ahoga en su propio humo, y el canto del pueblo se calla en llanto.

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