El Gobierno Federal publicó el Nuevo Código de Ética e Integridad para un Buen Gobierno, un instrumento que actualiza los lineamientos de conducta en un momento en que la Generación Z, jóvenes entre 20 y 30 años, ya presentes en el servicio público, comienza a influir en la cultura institucional. Es un mensaje claro de que las instituciones deben alinearse a los valores contemporáneos que la ciudadanía exige.

El Código fortalece la definición de responsabilidades, amplía criterios sobre acoso y hostigamiento sexual, regula el conflicto de interés como falta grave, prohíbe el nepotismo con precisión y establece, por primera vez, lineamientos sobre el uso responsable de la inteligencia artificial. Todo ello apunta a un objetivo esencial: recuperar y elevar los estándares de integridad en la función pública.

El servicio público opera hoy en un entorno más complejo que nunca: la expansión de herramientas digitales, el uso acelerado de la IA, el riesgo creciente del acoso virtual, las nuevas formas de interacción social, la multiplicidad de contrataciones y la constante exposición a información sensible exigen reglas claras y actualizadas.

Define 17 conductas específicas de acoso sexual, incluidas aquellas mediadas por tecnología digital o IA; obliga a las y los servidores públicos a actuar con integridad dentro y fuera del horario laboral; exige identificar y excusarse ante cualquier conflicto de interés. Limita el uso de inteligencia artificial con datos sensibles y obliga a verificar la información generada por estas herramientas.

Son disposiciones que no existían con este nivel de detalle y que permitirán reducir riesgos en áreas donde antes había vacíos o zonas grises. Este Código no busca limitar al servidor público, sino fortalecerlo y preparar a las instituciones para los tiempos actuales.

Quien cumple la ley, actúa con integridad, respeta los procesos y sirve con vocación no tendrá nada que temer. Por el contrario, encontrará una guía clara que protege su actuar, respalda su imparcialidad y da legitimidad a cada decisión que toma.

Un servicio público con reglas firmes ofrece mayor certeza a quienes trabajan en él; evita presiones indebidas; reduce la discrecionalidad; y genera confianza ciudadana en las instituciones, porque la confianza no se construye solo con resultados: se construye también con comportamiento ético.

Ahora bien, el Código es un paso importante, pero no suficiente por sí mismo. Requiere capacitación, supervisión, denuncia efectiva y una cultura organizacional coherente; requiere que cada área incorpore estos criterios en su quehacer cotidiano y, sobre todo, que quienes integran el servicio público lo asuman como una herramienta que protege su función y dignifica su labor.

El servicio público mexicano vive una transformación profunda; las instituciones necesitan mayor integridad, claridad y responsabilidad. El nuevo Código de Ética no resuelve todo, pero sí representa un fundamento sólido para avanzar.

La ciudadanía demanda servidores públicos comprometidos y gobiernos íntegros. El Código es, en ese sentido, una inversión en transparencia, profesionalismo y confianza institucional.

Y aquí entra un componente que no puede ignorarse: la Generación Z, que ya ocupa oficinas, ventanillas, áreas de análisis y espacios de decisión.

Esta generación llega con características muy marcadas:

  • Salud mental: es la generación con mayor propensión a reportar ansiedad, depresión y estrés. La presión digital por aparentar éxito y felicidad genera tensión constante.
  • Rechazo a la corrupción: cuestionan el status quo, detestan la hipocresía institucional y expresan frustración ante la impunidad.• Conectividad digital: nativos digitales, pero expuestos a la sobrecarga informativa, a la inmediatez y a la baja tolerancia a la opacidad o la incoherencia.
  • En resumen, la Generación Z aporta una mirada global, empática y profundamente crítica del poder; utiliza las redes sociales para amplificar sus demandas y exigir un gobierno más ético, más transparente y más verdadero.
  • El nuevo Código de Ética no solo regula conductas: responde a una generación que ya no acepta simulaciones, y ese, quizá, sea su mayor valor.

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