Álvaro Bardales

El metaverso en el combate a la corrupción

Álvaro Bardales
14/11/2025 |02:10
Alvaro Bardales
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En los mundos de pixeles y promesas, la corrupción intenta disfrazarse de algoritmo, pero la verdad, con su espada luminosa, rompe los códigos falsos del cinismo.

El metaverso enseña lo que la historia olvidó: que no hay servidor más grande que el honesto, que el gobierno comienza en el espejo del avatar, cuando decides ser justo, aun sin testigos, en lo virtual y lo cierto.

Entra con tu avatar a tu universo digital, tu espacio persistente, inmersivo, donde todo lo que haces deja rastro, eso es, en esencia, el metaverso: un entorno virtual, tridimensional, compartido, donde interactuamos con avatares, con objetos digitales y con infinita información.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver con combatir la corrupción? Mucho más de lo que podríamos pensar, la corrupción, ese viejo mal del que todos hablan pero pocos logran erradicar, vive de la opacidad, de la discreción, de los pasillos oscuros y los favores escondidos y el metaverso ofrece un escenario distinto, con nuevos instrumentos que pueden cambiar las reglas del juego.

Pensemos que ya no solo ves internet desde una pantalla, estás dentro de él, usas un avatar, caminas por salas virtuales, firmas contratos digitales, asistes a reuniones virtuales… y todo se registra, esto lo vuelve un espacio de interacción más rico que el web tradicional.

La palabra “meta” significa “más allá” y “verso” sugiere “universo”: un universo más allá del que conocemos, es persistente, porque cuando te desconectas el espacio sigue ahí, otros interactúan, se construye, se modifica; se usa para educación, comercio, oficinas virtuales, transporte de datos y, por qué no, para la transparencia institucional.

Entonces, ¿por qué no pensar que esos cielos digitales entre códigos y líneas de cristal, también sirva para supervisar, transparentar, controlar y auditar? Aquí es donde entra la función de contraloría, al aprovechar los mundos virtuales; un órgano de fiscalización que despliega en un entorno 3D los contratos de obra pública, los planos de las instalaciones, los montos de inversión y los proveedores, cualquier ciudadano podría “entrar” como avatar para revisar, comentar y comparar la información, ese nivel de transparencia reduce los espacios oscuros.

En el metaverso modela procesos de riesgo, verifica licitaciones, simula escenarios y deja rastro digital de cada decisión, cada firma, cada flujo, esa trazabilidad atenúa la discrecionalidad y amplía la confianza.

Otra posibilidad es la participación ciudadana interactiva: en lugar de informes PDF que pocos leen, las personas podrían asistir en el metaverso a sesiones de auditoría, preguntar en tiempo real a los responsables y ver en 3D los proyectos, los costos y los avances, la rendición de cuentas se volvería menos pasiva y mucho más viva, dinámica y participativa.

Ya no estamos lejos de que una dependencia gubernamental abra en el metaverso una sala virtual de licitaciones de obra pública, los ciudadanos podrían recorrer el espacio, revisar las propuestas, los plazos y los resultados, todo con datos enlazados al portal de transparencia real, la información sería visible, accesible y verificable en tiempo real.

Imaginar una contraloría que monta un “mundo virtual de auditoría”, donde los auditores entran como avatares, hacen recorridos virtuales por la obra pública, comparan planos con la ejecución y dejan observaciones visibles para todos. No se trata de ciencia ficción es usar la tecnología existente para eliminar los rincones donde la corrupción suele esconderse.

Incluso podría usarse para capacitar servidores públicos, en lugar de charlas aburridas y diapositivas, los funcionarios entrarían al metaverso, participarían en juegos o simulaciones donde deben tomar decisiones éticas y observar las consecuencias de cada una, aprender al hacer, en lugar de solo escuchar.

En México ya hay pasos firmes hacia esa dirección. Herramientas digitales como la plataforma Data Buen Gobierno o el dosier interactivo Corrupción Cero, impulsadas por la Secretaría de la Función Pública, muestran que la tecnología ya es parte del combate a la corrupción. El metaverso podría ser el siguiente escalón.

Claro, no es magia, para que funcione, se necesita infraestructura digital sólida, plataformas seguras y una gestión responsable de los datos, también se requiere que la información que entre al metaverso sea veraz, actualizada y completa; de lo contrario, se corre el riesgo de construir castillos digitales sobre cimientos de arena.

El metaverso no tiene dueño: es un universo compartido por gigantes tecnológicos y nuevos ídolos digitales. Meta Platforms (antes Facebook) encabeza la apuesta, crea mundos virtuales y dispositivos de realidad aumentada. A su lado, Roblox y Fortnite ya son ciudades digitales donde millones de jóvenes aprenden, juegan y conviven.

En este nuevo mundo también existen celebridades sin cuerpo: Lil Miquela, Knox Frost y Kyra, avatares que influyen, opinan y hasta promueven causas sociales, y también muy pronto del profundo cosmos digital pasarán al terrenal para ganar elecciones.

El reto no es quién domine el metaverso, sino quién le dé alma, porque en cualquier realidad física o virtual el verdadero poder sigue siendo la honestidad.

La combinación “metaverso + contraloría + ciudadanía activa” puede convertir la transparencia en una experiencia, no en un trámite y eso ya es una forma de prevención.

Si se aplica bien, el metaverso podría transformar la fiscalización pública tanto como el internet cambió la comunicación, no es exageración, así como las redes sociales expusieron a la opinión pública lo que antes se escondía, los mundos virtuales abren de par en par las puertas del poder, escenarios donde por fin enfrentemos uno de los grandes males de nuestros gobiernos: la corrupción, porque el alma humana arrastra su condena, aun entre códigos y líneas de cristal; el que roba en la tierra roba en los cielos digitales, y el que miente frente al pueblo también corrompe su avatar.

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