Gobernar no es un acto de presencia mediática, sino de consecuencias tangibles. En un país saturado de discursos, lo verdaderamente transformador no es hablar: es estar. En Hidalgo, hemos optado por una forma distinta de gobernar: caminar, escuchar y hacer. Esta forma no simula cercanía: la construye.

Esta semana se presentó el Modelo Integral de Atención al Pueblo. No es un anuncio más, ni un capricho presupuestal. Es una reingeniería institucional diseñada para que el gobierno deje de estar en los escritorios y comience a estar en el territorio.

El Centro de Atención al Pueblo (CAP) en Pachuca ha despertado las voces de siempre. Las que se incomodan cada vez que el Estado toma en serio su papel. Las que confunden austeridad con parálisis y crítica con nostalgia por el desorden. Dicen que el CAP es costoso. Omite su narrativa que no implica deuda, no afecta programas sociales y se paga con ahorro, no con improvisación. Lo que en verdad molesta no es el edificio, sino que por primera vez, haya un gobierno que gasta menos y atiende mejor.

Algunos repiten que centraliza. Tal vez no escucharon que hay seis centros regionales, 26 casas de atención, 389 Servidores del pueblo caminando el estado, y una meta clara: atender dignamente a quienes antes solo recibían excusas. Desde el confort del escepticismo, es fácil opinar. Pero el servicio público no se hace con tuits ni columnas airadas: se hace con estructura, con datos, con botas empolvadas.

Los más cínicos afirman que esto es marketing. Qué curioso que nunca dijeron lo mismo cuando lo que se construían eran privilegios. Aquí no hay espectáculo. Hay más de 125 mil atenciones brindadas en las Ferias de Servicios para el Pueblo, desplegadas en las Rutas de la Transformación. Son jornadas que ofrecen salud, bienestar y solución de trámites donde antes sólo había olvido. Si eso les parece propaganda, que revisen su definición de política pública y su concepto de dignidad para la ciudadanía.

Este modelo incomoda porque demuestra que sí es posible cambiar la lógica de poder: del escritorio al territorio, del trámite al trato, del cinismo a la vocación.

Hoy en Hidalgo no vendemos humo: construimos confianza. No administramos para la foto: servimos para el pueblo. Y no tememos a la crítica: la respondemos con hechos. Porque cuando el gobierno se presenta con resultados, lo único que queda a los adversarios es intentar descalificar el camino que ellos no se atrevieron a recorrer.

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