Alejandro Velázquez

El espectáculo contra la moderación: lecciones del caso Kirk

Alejandro Velázquez
22/09/2025 |01:20
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La política contemporánea parece atrapada en un dilema: ¿moderar para construir o gritar para dominar? El caso de Charlie Kirk lo ilustra: su carrera se edificó sobre la lógica de la confrontación, de la viralidad y del espectáculo. No buscaba el acuerdo; buscaba la fricción. Y en ese camino mostró cómo la política puede convertirse en un ring donde la provocación se premia más que la razón.

La historia nos advierte que esa estrategia no es inocua. El siglo XX fue testigo de regímenes que prosperaron precisamente gracias al ruido, al discurso encendido y a la polarización: el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia, el franquismo en España. Todos entendieron que las masas responden más al grito que al argumento, más al miedo que a la deliberación. La estridencia fue su arma de ascenso y, una vez en el poder, su método de dominación.

El espectáculo político seduce porque es inmediato. Una frase incendiaria recorre más rápido las calles y las redes que cualquier discurso pausado. Pero su costo es altísimo: erosiona la confianza, normaliza la violencia y destruye los puentes de convivencia. Lo hemos visto antes en la historia y lo vemos ahora en fenómenos como Kirk: la política convertida en performance, que aplaude la confrontación y desprecia la mesura.

La moderación, en cambio, carece de glamour. Es lenta, trabajosa, casi invisible. Exige sentarse a escuchar, negociar, ceder. No genera trending topics, pero garantiza estabilidad. No produce aplausos inmediatos, pero sí evita los precipicios que los gritos suelen abrir. En tiempos de estridencia, elegir la moderación es un acto de resistencia y, al mismo tiempo, de valentía política.

El espectáculo puede encender multitudes, pero también abre la puerta a los peores fantasmas de la historia. La lección que deja el caso Kirk, que los totalitarismos del pasado ya nos habían enseñado, es clara: cuando la política se reduce al ruido, termina devorando a quienes la practican y poniendo en riesgo a las sociedades que la toleran.

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