Alejandro Velázquez

Después del diluvio, la reconstrucción

Alejandro Velázquez
20/10/2025 |02:01
Alejandro Velázquez
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Hidalgo ha enfrentado en octubre de 2025 la peor catástrofe natural de su historia moderna. Las lluvias torrenciales, provocadas por una vaguada monzónica atípica, desbordaron ríos, desgarraron montañas y arrasaron caminos. En los primeros días, 28 municipios quedaron incomunicados; conforme avanzaron los trabajos y se restableció la energía eléctrica, la cifra se redujo a 20 municipios prioritarios, concentrados en la Sierra Alta, la Huasteca y la Sierra Otomí-Tepehua.

El saldo humano y material es devastador: 127 mil personas impactadas, 22 fallecimientos y, en un inicio, 50 personas no localizadas, cifra que afortunadamente se redujo a 12 conforme avanzaron las labores de rescate. En total, 309 caminos sufrieron daños, 28 puentes afectados y 213 escuelas junto con 16 centros de salud resultaron afectados.

Pero en medio del dolor, emergió la mejor versión del Estado mexicano. La respuesta fue inmediata, coordinada y eficaz. En cuestión de horas se activó una operación sin precedentes: más de 7 mil servidoras y servidores públicos desplegados, 189 máquinas abriendo paso entre lodo y escombros, y helicópteros realizando más de 250 vuelos, con más de 80 mil despensas entregadas por aire y tierra.

La presidenta Claudia Sheinbaum reaccionó con rapidez y sensibilidad. Su intervención permitió movilizar recursos federales, personal especializado y aeronaves para llegar a las comunidades más aisladas. Fue una muestra de compromiso, de empatía y de eficacia gubernamental. Por su parte, el gobernador Julio Menchaca Salazar asumió el liderazgo con temple y presencia, recorriendo personalmente las zonas más afectadas, coordinando acciones y demostrando que la autoridad se ejerce en campo, hombro a hombro con la gente.

La emergencia puso a prueba nuestra infraestructura, pero también nuestra capacidad de unidad. En los cerros y las cañadas donde el agua se llevó todo, la solidaridad se volvió el nuevo cimiento. Los vecinos abren caminos, los jóvenes cargan víveres, las comunidades se abrazan bajo una misma certeza: Hidalgo no se rinde.

Hoy, el desafío se transforma en oportunidad. La reconstrucción será rápida, ordenada y humana. Cada puente será símbolo de unión; cada escuela reabierta, una promesa cumplida; cada familia que regrese a su hogar, una victoria compartida.

Porque si algo demostró este desastre, es que los hidalguenses sabemos resistir, reconstruir y renacer. Hidalgo se levantará y lo hará pronto, porque aquí, hasta la lluvia se inclina ante la voluntad de su pueblo.

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