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Voces desde la presa Endhó: lirio, contaminación y enjambres de mosco

Durante décadas, las aguas negras llegan a la presa. En sus orillas, familias como las de María y Pedro han aprendido a vivir entre el olor, la espuma y las promesas.

Foto: Ricardo Calleja
27/10/2025 |03:10
Ricardo Calleja
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María y Pedro han pasado su vida mirando el agua contaminada de la presa Endhó, en la orilla de San Pedro Nextlalpan, en Tepetitlán. Sus familias, sus animales y sus días transcurren entre promesas y los miles de metros cúbicos de aguas negras que, desde finales de los noventa, llegan desde la Zona Metropolitana del Valle de México.

Antes de entrar a la comunidad, desde la carretera, se distingue una gran mancha verde. Años atrás era solo agua turbia y sedimentos tóxicos que comenzaron a llegar tras la conclusión del Emisor Central, en 1975. A primera vista, la presa ya no es negra ni marrón, ni muestra aquellos tonos extraños que alguna vez asustaron a los vecinos: ahora es un verde que se confunde con el paisaje. Cualquiera diría que ahí no hay agua.

Es la presa de hoy: un cuerpo de agua sucia que afecta a ocho municipios y que, cubierta de lirio acuático, ha traído un nuevo problema para los vecinos: la proliferación del mosco Culex.

Foto: Ricardo Calleja

En otros pueblos de Hidalgo, donde el agua aún no se considera un riesgo, los habitantes pastorean a sus animales y luego los llevan a ríos o arroyos para que beban antes de continuar. En San Pedro Nextlalpan, la situación es la inversa. Un caballo come sin la premura del tiempo; su lazo es tan largo que alcanza a estar a cinco metros de la presa Endhó, pero no puede beber ni una sola gota.

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Pedro López tiene 54 años viviendo en la riviera de la presa, al amparo de enfermedades y afectaciones inmediatas. “Esta presa no nos trajo ningún beneficio, no la podemos utilizar ni para nuestro maíz ni para los animales porque se enferman”, expresó mientras no dejaba de darse manotazos en el cuello, luego en el cachete, pues los moscos no dejan estar.

El sol cae sin aviso sobre lo poco que hay en los alrededores de la casa de Pedro. La presa parece haber contaminado también la cotidianidad de las familias, quienes corren para que, a la llegada de los moscos, a las 6 de la tarde, no los sorprenda afuera.

En mayo de 2025, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) informó que habían logrado retirar el 50 por ciento del lirio acuático del embalse, pero en septiembre, los vecinos dicen que está cubierto entre el 70 y 80 por ciento porque las autoridades dejaron de trabajar.

“Ya tiene más de un mes que solo trabajaban una hora, se paraban y las dejaban (las máquinas trituradoras del lirio), ahorita ya no hay ninguna, nos engañaron. Las dejaban por falta de diésel”, denuncia don Pedro entre resignación y su voz parece cortarse, pero se aguanta, pues los moscos no enseñan menos.

Hace más de un año, el 27 de septiembre de 2024, fue publicado el decreto presidencial por el que se declaró zona de restauración ecológica a la zona de influencia de la presa Endhó, que involucra a ocho municipios y 36 mil 637 hectáreas donde los efectos mortales de las aguas pestilentes tienen influencia.

La intención es buena, pero no es la primera, recuerdan los vecinos. Para este año, la titular de la Semarnat, Alicia Bárcena anunció 616 millones de pesos para los trabajos que involucran a los municipios de: Atitalaquia, Atotonilco de Tula, Tepeji del Río, Tepetitlán, Tezontepec de Aldama, Tlahuelilpan, Tlaxcoapan y Tula.

Foto: Ricardo Calleja

Para quienes viven aquí, en un infierno como dice doña María Claudia, no hay de otra: los daños se miden en pérdidas de cultivos, muerte de animales y la incertidumbre de no saber si el agua que beben también está contaminada.

Nos lleva de un lado a otro en su casa a donde nos permitió entrar sin mayor recelo. Primero muestra las cenizas, los restos del fuego que tuvo que hacer en la noche para ahuyentar a los moscos, que dice, ya son muy grandes. “Ahí hago humo, aquí hago también para proteger a nuestros animales”.

“Si viera, movemos tantito las láminas y salen los moscos”. Y como diciendo y haciendo, María mueve tablas y su planta de lavanda y los moscos salen y luego se “pegan a la pared” de su vivienda que está blindada con mosqueteros.

Foto: Ricardo Calleja

Ella tiene 38 años viviendo en San Pedro y recuerda que ya estaba la presa y empezaba el lirio, pero reclama entre poco de risa y poco coraje, que la autoridad nunca les quiere hacer caso. “Dijeron que ya habían terminado con el lirio, pero no es cierto”, denuncia.

A don Pedro se le murieron cinco borregos y a doña María, sus puercos. Y a la pregunta: ¿Cree que ahora sí van a limpiar la presa?, la mujer responde con un no sabemos y espérense ahorita después de las 6 para que vean los enjambres, pero de moscos. Intenta evadir la respuesta y prefiere poner un ejemplo de su día a día.

Foto: Ricardo Calleja

Hay mucha gente con cáncer, con enfermedades”, dicen los dos vecinos al final y fijan su esperanza en que se les escuche, porque consideran que no hay cambios: el lirio sigue y el mosco cada vez más agresivo. Ese insecto tiene hasta color naranja y se aferra a la ropa. Son dos voces de personas que viven en las orillas de la presa Endhó: “mañana las aguas residuales seguirán llegando”.

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