En el corazón de la región pulquera de Epazoyucan viven Mario López y Julio Ortiz, dos productores que han dedicado más de la mitad de su vida a plantar y cuidar el maguey, una actividad que aprendieron desde que eran niños.

A Don Mario con el programa Hijuelos de Maguey, del gobierno de Hidalgo, le entregaron 200 plantas al inicio de agosto y su nieto le ayudó a trasladarlos hacia la localidad de Xolostitla, donde los plantarán en un terreno que tienen de dos hectáreas.

“Lo ando enseñando lo que a mí me enseñaron: a plantar maguey, a todas las labores del campo. Los vamos a plantar a pie de gallo. Bueno, depende como me alcancen, para que crezcan bonito”.

Foto: Lorena Rosas
Foto: Lorena Rosas

Los sembrará en luna llena y asegura que con las lluvias crecerán rápido, mientras que los 200 que recibió el señor Julio, también del mismo programa estatal, los pondrá en una de las hectáreas que tienen en el barrio Chapultepec de Epazoyucan.

Los cultivos en esta región de Hidalgo pasan de generación en generación, al señor Mario López Ortiz, de 70 años, su papá le enseñó a raspar; y ahora, él le inculca lo mismo a su nieto de 22.

“Desde que tenía yo 10 años le iba yo a ayudar a mi papá a raspar los magueyes, íbamos en su burro, entonces se me quedó y yo sé hacer también pulque, desde chico me críe en el campo”.

Casi lo mismo le pasó a Julio César Ortiz Serna, quien desde los 10 años siembra en su natal barrio de Chapultepec, desde entonces cultiva. Recién cumplió los 42. “Siempre he andado con mi papá, trabajando en el campo”.

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La tradición de sembrar traspasa las generaciones al igual que los consejos, don Mario dice que antes de enviar la planta a la tierra se debe dejar orear un mes para después plantarla en luna llena.

Foto: Lorena Rosas
Foto: Lorena Rosas

El siguiente paso es esperar, a los cuatro años empezará echar los primeros “mencuates”, es decir sus crías, cuando ya pasen entre 7 y 13 años ya está listo para raspar el aguamiel, estimó Julio.

Cuando lo raspó se lo lleva a uno de los seis tinacales que hay en su barrio, donde les compran a seis pesos el litro, aunque en algunos lugares solo le ofrecen cinco pesos con 50 centavos.

“Es bajo lo que pagan en los tinacales y ya ellos sacan el pulque, lo procesan y lo sacan a México, al Distrito, de aquí se lo llevan”.

Antes el maguey solo era utilizado para raspar y hacer pulque, recordó el señor Mario, aunque ahora hasta el quiote (tallo) se usa para la comida.

Mientras que las pencas se venden para hacer barbacoa siempre y cuando tengan de metro y medio a dos metros de altura. Para llegar a ese tamaño tardan dos años en crecer.

“Cuando un maguey está para raspar, se hace pulque y se toma el aguamiel porque es medicina, también sirve para la anemia y el estómago, para que vaya creciendo la flora intestinal”, dijo Mario.

Entre magueyes hay diferentes tipos, hay uno que se conoce como “tempranillo” porque florece en cuatro años, los otros tardan casi el doble, aunque la ventaja es que surgen “mencuates” que se convierten entre cinco o seis magueyes más.

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