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A tan solo 10 kilómetros de la cabecera municipal de Tulancingo, se encuentra la comunidad de Napateco, un rincón rodeado por naturaleza y nuevos fraccionamientos que se han establecido con el paso de los años.
El cerro más imponente de la zona, conocido como Peña del Yolo por su peculiar forma de corazón, guarda un secreto geológico poco conocido: en realidad se trata de un volcán de riolita, una roca considerada el equivalente volcánico del granito. Este dato confirma las evidencias científicas que sostienen que el granito se forma a partir del magma.
El volcán de Napateco alcanza unos 20 metros de altura y su superficie combina zonas cubiertas por árboles y hierbas con áreas donde la roca queda al descubierto.
En las faldas de este antiguo coloso habitan cerca de dos mil personas, distribuidas en diferentes fraccionamientos. Sin embargo, los especialistas aseguran que no existe riesgo alguno, pues se trata de un volcán dormido, incapaz de entrar en erupción.
La zona se distingue por su flora, en la que predominan tréboles, encinos, nopales, magueyes y cactus, además de parcelas planas donde se cultiva maíz y cebada.
En cuanto a la fauna, es común encontrar grillos, chapulines, camaleones, mariposas, aves y ardillas, que completan el equilibrio natural del lugar.
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Pero más allá de su riqueza natural, el cerro de Napateco también es escenario de una antigua leyenda que aún despierta curiosidad y temor entre los habitantes. Se dice que en una de sus cuevas vive el Diablo, y que quienes buscan riquezas deben enfrentarse a una serpiente guardiana que protege las siete entradas del sitio.
Según la narración popular, quien logre superar a la bestia se encontrará cara a cara con el maligno, con quien deberá firmar un pacto con sangre para obtener fortuna y poder. No obstante, al morir, el alma del pactante quedará condenada a servirle por la eternidad.
Los vecinos aseguran que, en ocasiones, aparecen ofrendas misteriosas en las inmediaciones del cerro: veladoras, prendas íntimas, animales vivos —como gallinas o gatos— y fotografías de personas, señales que alimentan la creencia de que la leyenda, quizá, no sea solo un mito.
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