Es una frase que muchos hemos escuchado —o dicho— alguna vez: “Va a llover, ya me duelen las rodillas”. Aunque puede sonar como una creencia de abuelita, lo cierto es que existe una base científica detrás de esta afirmación.
De acuerdo con especialistas en salud y climatología, la relación entre el clima y el dolor articular tiene mucho que ver con los cambios en la presión atmosférica que se presentan antes de una tormenta.
Foto: Juan Boites / EL UNIVERSAL
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¿Por qué me duele la rodilla cuando va a llover?
De acuerdo con Central Médica Insular Canaria, cuando la presión barométrica —es decir, la presión que ejerce el aire sobre la superficie terrestre— comienza a disminuir, como suele ocurrir antes de la lluvia, los tejidos que rodean nuestras articulaciones tienden a expandirse.
Esta expansión ejerce presión sobre los nervios y estructuras sensibles, generando incomodidad, rigidez o dolor, especialmente en personas con condiciones previas como artrosis, artritis o lesiones antiguas.
Este fenómeno, que forma parte del campo de estudio de la biometeorología, se ha estudiado durante décadas. Investigadores han encontrado que no solo la presión atmosférica influye en nuestras articulaciones, sino también factores como la humedad, el frío, y hasta los cambios eléctricos en la atmósfera.
¿Qué sucede en el cuerpo cuando baja la presión barométrica?
Al descender la presión atmosférica, el cuerpo humano reacciona de forma sutil pero significativa. Los tejidos blandos que rodean las articulaciones —como músculos, tendones y ligamentos— se expanden ligeramente debido a la menor resistencia externa. Este pequeño cambio puede ser casi imperceptible para personas sanas, pero en quienes tienen sensibilidad articular o enfermedades reumáticas, puede desencadenar molestias.
El líquido sinovial, que lubrica nuestras articulaciones, también se ve afectado. Su leve expansión puede generar sensación de presión o inflamación, especialmente en rodillas, tobillos y manos. Es por ello que quienes padecen enfermedades articulares suelen "sentir" cuándo cambiará el clima, incluso antes de que el cielo se nuble.
Adicionalmente, el frío reduce el flujo sanguíneo en extremidades, lo que incrementa la rigidez, haciendo que incluso movimientos cotidianos se vuelvan incómodos. En combinación con una alta humedad, estas sensaciones pueden amplificarse.
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¿Mito popular o realidad médica?
Durante mucho tiempo se creyó que estas afirmaciones eran meras supersticiones. Sin embargo, estudios como los realizados por la Asociación Internacional de Biometeorología (AIB) han demostrado que los factores climáticos tienen un efecto tangible en el cuerpo humano. Incluso afecciones como la migraña pueden intensificarse con el cambio de temperatura o presión, como lo demostró un estudio alemán en 2013.
Asimismo, investigadores como Mark D. Schwartz, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, han defendido el valor del enfoque multidisciplinario para entender cómo el clima afecta tanto a personas como a los ecosistemas. La rama de la fenología, por ejemplo, analiza cómo las condiciones ambientales modifican los ciclos de vida de plantas y animales, y también explica por qué los humanos, como organismos biológicos, no somos inmunes a estos cambios.
El dolor en las articulaciones previo a una lluvia no es necesariamente una señal de alarma, pero sí una alerta de que algo en nuestro cuerpo reacciona al ambiente. Si estas molestias son constantes o incapacitantes, es recomendable acudir con un especialista que pueda ofrecer tratamientos personalizados.
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