La emblemática pintura rupestre conocida como El Cazador no solo es una joya del arte prehispánico escondida en una cueva de Hidalgo; también es la imagen que marcó la identidad visual de Jaguares, una de las bandas más influyentes del rock nacional. Su silueta, cargada de simbolismo, se convirtió en el emblema que acompañó discos, escenarios y prendas durante años.
La figura —trazada en pigmentos rojizos sobre roca— muestra a un personaje estilizado en pleno movimiento, evocando la energía ritual de la cacería. Ese diseño, geométrico y casi abstracto, capturó la esencia que la agrupación buscaba para representar su fuerza y su conexión con las raíces culturales de México. Fue así como el arte ancestral se transformó en icono musical contemporáneo.
Durante mucho tiempo se creyó que la pintura se ubicaba entre Chiapas y Veracruz, pero su verdadero hogar está en la Cueva de la Malinche, dentro de la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán, en Hidalgo. Este refugio natural —rodeado de cañadas profundas y un paisaje semidesértico— se encuentra cerca de Atecox y Hierbabuena, comunidades del municipio de San Agustín Mezquititlán que resguardan múltiples expresiones gráficas prehispánicas.
Llegar hasta la cueva exige un recorrido de alrededor de dos horas y media por senderos de piedra y desniveles marcados. La ruta requiere buena condición física, hidratación y el acompañamiento de un guía local, un apoyo indispensable para no extraviarse en el terreno. Dentro, el visitante encuentra varias pinturas en excelente estado, protegidas por la sombra perpetua de la caverna. Entre todas ellas, El Cazador destaca por su tamaño, cromática y composición.
El sitio, además, está envuelto en un ambiente legendario. Cuentan habitantes de la zona que La Malinche habría encontrado refugio en esta cueva, y que bajo un árbol de zapote cercano arrullaba a su hijo. Así, historia, mito y geografía se entrelazan en un mismo espacio sagrado.
La técnica de la pintura —líneas firmes y pigmentos minerales— coincide con el estilo ritual de los antiguos pobladores, para quienes la relación espiritual con el entorno y la práctica de la cacería era parte fundamental de la vida. Su impacto visual, tan poderoso como misterioso, explica por qué Jaguares la adoptó como emblema: es un puente que enlaza la modernidad del rock con un pasado que permanece vivo en las paredes de piedra.
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Aunque la caminata puede resultar retadora, la vista de la barranca, la tranquilidad del sitio y el encuentro con una obra de miles de años recompensan cada esfuerzo.
El Cazador no es solo una pintura rupestre: es un recordatorio de que el México profundo sigue entrelazándose con nuestra cultura contemporánea. Observarla —en la cueva o en el emblemático logotipo de Jaguares— es mirar de frente esa continuidad que une música, territorio y memoria colectiva.
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