Cada año, durante la temporada de lluvias, distintas comunidades mexicanas celebran rituales que fusionan lo agrícola, lo social y lo religioso. En Acaxochitlán, esta conexión con la naturaleza se manifiesta en la tradicional Fiesta de Agualinda, una celebración en honor al manantial que abastece de agua a la región y que simboliza prosperidad para los habitantes.
El festejo, que abarca del 3 al 11 de mayo, coincide con las conmemoraciones del Día de la Santa Cruz y se extiende por los nueve barrios que conforman el municipio. Sin embargo, la ceremonia principal se realiza el último martes del mes, día en que se rinde homenaje al manantial ubicado en el barrio de Tlamililolpa, epicentro de la devoción local.

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Aunque cronistas señalan que la festividad se celebra formalmente desde mediados del siglo XX, el contexto otomí en el que se encuentra Acaxochitlán sugiere que la práctica podría tener raíces prehispánicas. El acto central consiste en agradecer a Dios por la abundancia del agua, recurso vital que antes abastecía a la cabecera municipal y que hoy, gracias a un pozo construido sobre el mismo manantial, sigue siendo el sustento de los pueblos agrícolas vecinos, dedicados principalmente al cultivo de maíz y jitomate.
La jornada inicia con una misa al aire libre, en medio del bosque donde nace el manantial. Al evento asisten hasta tres mil personas, quienes al finalizar colocan una cruz de madera adornada con flores y listones como símbolo de fe y gratitud. La celebración continúa con música y danzas tradicionales, entre ellas la interpretada con la melodía de Xochipitzáhuatl, acompañada del xochimapal, una vara ceremonial decorada con totomoxtle, flores, frutas, pan y follaje que representa la fertilidad de la tierra y la unión entre lo sagrado y lo humano.

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Además del acto religioso, en la zona central del paraje se instala una verbena popular con puestos de comida, artesanías, ropa, plantas y bebidas. Los asistentes disfrutan de antojitos típicos como molotes, tlacoyos, mixiote, meminques, tamales y dobladitas, mientras familias enteras celebran con música en vivo, juegos mecánicos y espectáculos de pirotecnia.
Uno de los momentos más esperados es la llegada de la cabalgata procedente de Santa María Nativitas, que es recibida entre aplausos y júbilo, como símbolo de la hermandad entre comunidades que comparten esta tradición viva, cargada de historia, identidad y espiritualidad.

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