Ubicada en el centro de Pachuca, “El Regio” es mucho más que una cantina tradicional: es un símbolo vivo de la historia, la resistencia y la transformación de la ciudad. Fundada, según estimaciones, en 1928 por un par de inmigrantes españoles, este salón ha sido testigo de generaciones de clientes, cambios sociales y remodelaciones que, sin romper con su esencia, han revitalizado su vocación original.
En entrevista con su actual propietario, Enrique Márquez, tercera generación al frente del negocio, relató con orgullo y nostalgia cómo su familia rescató este espacio, que ha sido refugio tanto de obreros y mineros como de intelectuales y funcionarios. “Aquí siempre se han mezclado todos los estratos sociales. Puedes ver a un diputado junto a un bolero, y eso es parte de nuestra esencia”, comentó.
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El vínculo de la familia Márquez con El Regio comenzó a mediados del siglo XX, cuando el abuelo de Enrique tomó el traspaso del lugar. Sin embargo, al fallecer pocos años después, fue su abuela, Armelinda Cruz Calva, quien asumió el mando con carácter firme, manteniendo a flote la cantina durante más de cuatro décadas, en un tiempo donde las mujeres no solían liderar negocios, y menos aún, una cantina.
“Mi abuela era de carácter fuerte. Ponía orden aquí a toda la tropa. En ese entonces, las mujeres no podían entrar o lo hacían bajo su propio riesgo, pues el ambiente no siempre era favorable”, recordó Márquez.
En sus orígenes, como muchas cantinas del país, El Regio era un espacio exclusivamente masculino. Uniformados, mujeres y menores tenían prohibido el ingreso. Fue hasta hace unas tres décadas que el panorama comenzó a cambiar.
“Gradualmente las mujeres comenzaron a entrar. Al principio, cuando una mujer cruzaba la puerta, todos volteaban a verla. Hoy, hay días en los que hay más mujeres que hombres, incluso familias enteras comiendo aquí”, relató Enrique, destacando cómo la inclusión también ha sido parte de la transformación del sitio.
Aunque el consumo de alcohol sigue siendo parte de su esencia, El Regio también es reconocido por su comida. La oferta gastronómica, aunque sencilla, ha sido parte fundamental del atractivo del lugar. El pescado frito, el caldo de camarón, la torta de asado, la pata de res en vinagre y las tostadas conformaban la carta original, que en los últimos años ha sido ampliada, siempre cuidando que conserve su carácter de botana cantinera.
“No tenemos sopas ni platillos principales. Es cocina básica, pero sabrosa, pensada para compartir y disfrutar”, apuntó Enrique.
En 2022, tras una crisis de salud de su padre, Enrique y su familia decidieron no solo rescatar la salud del patriarca, sino también renovar la cantina sin traicionar su espíritu. Se emprendió entonces una restauración, más que remodelación, con cambios en la barra, reordenamiento del espacio, mejora en las condiciones sanitarias de la cocina y la restauración de los muebles originales, incluidos los gabinetes diseñados por su tío abuelo hace más de 70 años.
“La barra que ven ahora tiene granito, para mayor comodidad. Los gabinetes fueron desmontados y restaurados. Quitamos capa tras capa de pintura hasta llegar a una textura multicolor que decidimos conservar. Es nuestra historia visible”, explicó.
A pesar de las confusiones comunes, el nombre “El Regio” no tiene relación con Monterrey ni con la cultura regiomontana. Según Enrique, su origen probablemente alude al sentido de “regio” como algo noble, de alta calidad, heredado quizá del gusto europeo de sus fundadores españoles.
Hoy, a casi 100 años de su fundación, El Regio sigue en pie como una cantina plural, abierta y con identidad. “Hemos cambiado muchas cosas, pero no la vocación. Somos una cantina tradicional y queremos que todo el mundo se sienta bienvenido”, concluyó Enrique Márquez, custodio de un espacio que ya forma parte del alma de Pachuca.
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