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Una desgracia le cambió radicalmente la vida a Rubicel, sin embargo nunca imagino que la tragedia que lo dejó ciego, lo convertiría en un incansable luchador por la vida, llegando incluso a ser un deportista triunfador.
La golpiza que recibió por equivocación, cambió drásticamente la vida de Rubicel Hernández García, pues las heridas que sufrió lo dejaron sin vista cuando tenía 19 años de edad.
La tragedia no terminó allí, pues tiempo después se separó de su pareja sentimental y se quedó solo. La tristeza y le desesperación lo hicieron caer en las drogas, pero el deporte fue su salvación.
“¿Cómo lo podría decir? Desde que me pasó esto (de quedar ciego), mi vida ha cambiado para bien”
Ahora lleva 16 años como atleta profesional y ayuda a otras personas con discapacidad visual, pese a la falta de apoyos gubernamentales y patrocinios.
Su ojo izquierdo es como un cielo con nubes blancas, la herida que le dejó un vidrio de la botella con la que lo golpearon al confundirlo con otra persona, le hicieron perder la visión. El ojo derecho parece estar intacto, pero su ceguera es total.
Ahora Rubicel se ha concentrado en trabajar su cuerpo y ha sido moldeado por el ejercicio, además, pese a la ceguera, ya puede caminar y correr en pista y todo terreno.

GOLPE TRÁGICO
El ataque que sufrió Rubicel ocurrió en el año 2000, en aquella época su hijo tenía cinco meses de nacido.
Pero tras las heridas que sufrió en los ojos durante la golpiza, tuvo que someterse durante 3 años a tratamientos médicos y cirugías, entre ellas trasplantes de córneas.
La ciencia médica no pudo ayudarlo y no obstante se resignó y comenzó a adaptarse a su nueva vida en tinieblas. Durante ese triste periodo, el hombre terminó su relación sentimental con su pareja y tuvo que acostumbrarse a valerse por sí solo.
Rubicel tuvo que aprender a vivir de nuevo y resignado a su ceguera, logró adaptarse a la vida diaria sin ayuda de nadie.
La tristeza e impotencia de quedarse solo, hizo que Rubicel cayera en las adicciones.
Ahora con un motivo para vivir, Rubicel se armó de valor para enfrentar al mundo. Sin ninguna ayuda, acudió a sus citas médicas al Hospital de la Luz en la CDMX.
Tratando de ganarse la vida, el hombre vendía fragancias, luego entró a los Almacenes Ánfora, produciendo artículos para el hogar durante 12 años, y el último lustro ha laborado operando los semáforos del Palacio de Gobierno, ubicado en Plaza Juárez.
Un día del año 2006, cuando Rubicel caminaba por el Parque Hidalgo, se topó con una persona que al notar que estaba ciego, le sugirió que se acercara a una fundación donde apoyan a personas con discapacidad.
Allí, el hombre aprendió la lectura braille, también tocaba la guitarra y desarrolló una habilidad para caminar con bastón y terminó sus estudios de secundaria.
Pero las actividades que cambiaron su vida en ese lugar fueron las deportivas.
Primero comenzó con natación, donde logró participar en un campeonato nacional. Luego conoció a Alejandro Cabrera Palafox, atleta débil visual, quien lo animó a incursionar en el atletismo.
Desde entonces Rubicel participa en maratones y campeonatos nacionales de carrera, ganando más de 100 medallas.

CAMBIO DE VIDA
Ahora Rubicel se siente feliz y señala que antes de quedar ciego, la vida que llevaba no era tan bonita y sana. Por eso le da gracias a Dios por hallar esa paz y estabilidad.
Sin embargo no todo es felicidad, pues Rubicel tiene que enfrentar la falta de apoyos gubernamentales y patrocinios del sector privado para poder participar en competencias.
Para poder correr en algún maratón o campeonato, tiene que buscar patrocinadores que le puedan ayudar con los pasajes, hospedaje, alimentos, calzado o ropa. La falta de apoyos a los guías es otra dificultad, pues a veces no hay quien entrenar. Además, en ocasiones no puede participar en estos encuentros debido a la falta de asociaciones de personas que viven con ceguera que los representen.
Sin embargo las ganas de salir adelante pueden más que las adversidades y su espíritu sigue fuerte y él mismo se considera una persona sin límites, porque si se le cierra una puerta el sigue tocando otras.